domingo, 19 de febrero de 2012

Madriz, ni contigo, ni sin ti

La ciudad de mi infancia, de parte de mi adolescencia y de mi vida adulta. Madrid, Madrí, Madriz. Tres nombres para una ciudad de locos que mis pies no podrían recorrer de punta a punta en tres horas, ni siquiera corriendo. Tan famosa por su cielo mesetario como por su boina de contaminación, con una centenaria reputación fiestera y acogedora, pero tan hostil, fría y agresiva como la mayoría de metrópolis de la Aldea Global, con una identidad que consiste, en gran medida, en no tener identidad propia, en ser sólo un cruce de caminos donde, con el paso de décadas, se han instalado castellan@s del sur y del norte, andaluces, galleg@s, asturian@s y, en última instancia, magrebíes, latinoamerican@s, ruman@s, búlgar@s...

No tengo ni treinta años, pero el Madrid de 2012 no es el que yo he conocido. Yo conocí un Madrid que no tenía torres gargantuescas en la Castellana, pero sí dos cines más en la Gran Vía, el Rex y el Palacio de la Música (hoy día, fagocitado por Zara), donde vi más de una y de dos películas. Aún no estaban creciendo, desde luego, esos nuevos edificios que lo están haciendo ahora y otros ya consolidados tampoco existían, así que podíamos ver mejor el resto de la ciudad y, aunque much@s no supiéramos valorarlo, veíamos mucho más fácilmente la Sierra, esa sierra de Guadarrama sin la cual la ciudadela de Mayrit nunca habría sido necesaria y que da un respiro a la vista de cualquier urbanita, gato o no. Los cines alrededor de Callao tenían carteles pintados a brocha, no videopantallas, y el "Teatro Häagen-Dazs" (¿qué drama escribió tan insigne heladero?) se llamaba Calderón de la Barca, la Sala de conciertos Marco Aldany aún era la Sala Arena y, en vez de un Bershka, lo que había en ese local de Gran Vía que casi hace esquina con Montera era Madrid Rock. La calle Fuencarral no era tan cool -en general, ese espíritu guay-consumista que extiende sus tentáculos desde ahí al resto de Chueca y, en general, del centro aún estaba en fase benigna- y me atrevería a decir que todos los barrios que no eran céntricos tenían peor reputación que ahora y la vida en ellos, en Madrid, en España, tenía mejores precios. La invasión de Starbucks y empresas de Inditex no había comenzado y se podía pensar que las redes de metro y cercanías, además de aumentar el número de sus estaciones, adquirirían un trazado más ajustado a la ciudad, precios más públicos y que no acabarían llenos de seguratas con armas de fuego. Había entonces menos plazas duras (ni siquiera Tirso de Molina era una de ellas) y no parecían estar privatizando el Canal de Isabel II ni el Servicio Madrileño de Salud. Había vides junto a las antiguas vías de tren al este de Pirámides, descampados en el Pinar (de Chamartín) y Sanchinarro ni siquiera existía. Ni siquiera amenazaban con soterrar las vías de Chamartín para construir una macrourbanización, ni un embalse en la Sierra Norte.
Tampoco se hablaba, que yo sepa, de justificarse en base a la aglomeración de la villa para un aeropuerto en Ciudad Real ("Madrid Sur" fue un nombre con el que se especuló), otro en Segovia ("Cantimpalos - Madrid Norte" les tocaba) y un tercero en el extremo suroeste, en El Álamo. Estaba ya empezada, pero no concluida, la suburbialización de nuestras cárceles para mayores (Estremera, Aranjuez, Soto del Real, Navalcarnero, Valdemoro y Alcalá-Meco) y menores (Azuqueca de Henares, Paracuellos del Jarama, Brea de Tajo, Guadarrama, Chinchón, Berzosa del Lozoya, Galapagar) y menos avanzada la especulación inmobiliaria paralela (Seseña y Azuqueca, Toledo y Guadalajara, ... ).

Todo esto no es un llanto nostálgico. Aquel era un Madrid y este, otro. Qué quedará de Madrid la próxima vez que vuelva... es una incógnita. Que volveré, una y otra vez, es algo tan seguro como puede serlo algo que depende de un ser humano.
Madrid surgió del criterio del Poder de su época y el criterio de los sucesivos poderes ha hecho de ella lo que es: ciudad ampliada, saneada, reformada, ampliada ad nauseam (más de un 800% desde mediados del siglo XIX a los del siglo XX), bombardeada por las fuerzas más reaccionarias y por la especulación más liberal. Felizmente, a medida que se fue llenando de personas, también se fue llenando de humanidad, de movimiento, de ilusión, de lucha, de belleza. Puede que ese Madrid no haya sido tan visible como el otro, el del mucho ruido y las pocas nueces, pero ha existido e incluso existe.
Sueño con ese Madrid desbordándose como esas raíces de árboles que levantan el pavimento. Lo sueño como una riada humana manando de la Prospe y Lavapiés, Carabanchel y Hortaleza, Vallekas y Tetuán... las nuevas tribus de gatos, autoproclamados sus propi@s salvadores, convirtiendo las sucursales bancarias en centros sociales y las ETTs en nuevas viviendas mientras las plantas trepadoras recubren el Hotel América. No habrá ni un monocultivo en los huertos que ocuparán las ruinas de la Torre Picasso y del complejo "4 Torres" y que se extenderán por los márgenes de Príncipe de Vergara, Princesa y la Castellana, y ni un motivo para perderse el cielo estrellado en las azoteas de Chamartín o Chamberí.
Habrá picnics en el bosque que ahora es el Palacio de la Zarzuela y parejas retozando en el Palacio Real y, en Las Ventas, espectáculos incruentos que serán tan gratuitos como todo lo demás. Cuando vayan a la Dehesa de la villa, a ver el atardecer o lo que más les plazca, nadie dudará de por qué Bellas Vistas se llama así, como nadie querrá que el Rastro vuelva a merecer tal nombre y quién sabe si, en febrero, no se oirán desde el paseo de Extremadura los aullidos de los lobos en la pradera de San Isidro.

2 comentarios:

  1. He corregido lo de "Sala Heineken" porque me han avisado de que ahora es "Sala Marco Aldany".
    No tengo más que añadir...

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  2. qué tendrá Madrid que todos los grandes cantantes tienen un tema sobre ella...

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