Participamos de cierto culto a la distancia
que «permite apreciar mejor las cosas»...
pero hay otra distancia, que sirve
para especular con el sustento ajeno,
para enviar peones a la muerte,
regar aguas y tierras con veneno
y crear cámaras de gas.
Esa distancia a la que la sangre no salpica,
un rictus de dolor se confunde con cualquier otro gesto
y «miedo» sólo parecen cinco letras.
Los francotiradores, al menos,
tienen la decencia de disparar con mira telescópica.
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