martes, 27 de diciembre de 2011

Elogio de Joseba Sarrionaindia

A la hora de hacer una interpretación forzada de un texto literario, uno de los clásicos es confundir la obra y la persona.
De eso sabía mucho Louis-Ferdinand Céline, cuyo Viaje al fin de la noche fue quizá el mayor acontecimiento de la literatura francesa de 1932 y años siguientes... y cuya trayectoria posterior resultó ser judeófoba y filonazi. En una entrevista grabada en 1959, el prestigioso Céline, convertido en un sexagenario de aspecto mefistofélico y de trato incómodo para casi cualquiera, se preguntaba qué le importaba a él si el tipo que había fabricado la cámara era rubio, cornudo o pederasta (recuérdese: hay dos acepciones bien distintas, aunque poco importa en este caso) a la hora de utilizar la máquina, mientras esta funcionara bien.

A efectos literarios, la máquina literaria de Céline funcionaba bien... y lo mismo pasa hoy día con Joseba Sarrionaindia. Hace unos meses tuvimos la enésima polémica sobre premiar a un escritor que es tan conocido por su obra como por haber sido integrante de un comando de ETA-(m) hace ya 31 años y por haberse fugado de la cárcel donde cumplía su condena hace ya 26.
La figura de Sarri incomoda de una manera distinta a la de Céline. El vizcaíno no participó ideológicamente de ninguna empresa criminal, lo hizo a todos los efectos: investigó a un empresario al que su organización acusaba de no pagar el "impuesto revolucionario", de modo que otros pudieran secuestrarlo para conseguir el dinero reclamado. Después, ha seguido poniendo su pluma y su voz al servicio del conjunto de exiliados y deportados del MLNV. Entre medias, además de todo ello, ha desarrollado una carrera de escritor y traductor literario que ha hecho de la suya una de las plumas más reconocidas en lengua vasca.
Lo peor no es eso. Ni siquiera el barniz romántico que le da a sus textos su historia (un fugitivo que publica durante décadas desde una ignota clandestinidad, después de haberlo hecho desde la cárcel durante cuatro años) es lo peor, aunque escueza mucho esa burla sostenida. Lo peor es el ojo poético con que mira este mundo nuestro y el talento con que cuenta lo que ve, imagina, sueña... Si el mundo real se está yendo a la mierda, uno de los cuatro jinetes del apocalipsis es la mediocridad, la misma que no ve soluciones allá donde los problemas cavan sepulturas, la misma que dice que nada es malo porque podría ser aún peor, la que dice que siempre hay que tener miedo, que la imaginación es cosa de ingeniería y regalos de "amigos invisibles" y que dice que "poesía" es rimar y que la lucha contra el aburrimiento es una lucha menor.
En medio de este campo de batalla, claro, resulta muy irritante el autor de poemas como Aspaldian utzitako zelda (La celda que dejé hace tiempo), Esklabu erremintaria (El esclavo herrero) o Sagarroiak (Los erizos), que pasea su pluma evitando la mies ya trillada. Ni se digna a publicar escritos pensados para venderse como churros, ni a encaramarse a una torre de marfil de intelectualidad no-apta-para-la-plebe, ni siquiera se presenta a entrevistas (la del libro Cinco escritores vascos, cuya fotografía ilustra esta entrada, la hizo respondiendo por escrito a un cuestionario de Hasier Etxeberria), firmas masivas de ejemplares, entrevistas cara a cara o ruedas de prensa...
Joseba Sarrionaindia es un grano en el culo de muchos intelectuales de chichinabo que no consiguen tanto y menos aún con tan poco. Con una trayectoria de etarra nada excepcional, sí ha resultado ser excepcional como escritor y serlo, además, utilizando una lengua maltratada.
Pica, ¿verdad?

viernes, 23 de diciembre de 2011

Nombres, números, ruinas, ...

Hace casi cuatro años que leí un artículo de Santiago Alba Rico titulado Las reglas del caos.
Ni siquiera está el texto íntegro, pero la versión que leí y que comparto con quien lea esto ya dice -en el magnífico estilo de Alba- mucho de lo que hay que decir sobre muchos temas: las identidades personales y colectivas, la deshumanización del otro y la devoción por los números, la violencia (contra las construcciones y las personas) como política, ...

En ese texto, que era la contribución de Santiago A. R. al libro Iraq bajo ocupación: destrucción de la identidad y la memoria, el autor abordaba temas que tienen que ver con la condición humana en cualquier contexto, sin importar su lugar o su tiempo, pero lo hacía a partir del ejemplo muy concreto del Iraq ocupado.
Por eso he vuelto más a él últimamente: cuando se acerca el noveno aniversario de la invasión de la tierra que fuera cuna de Sumer, Akkad y Babilonia, la coalición de invasores que encabezaran Australia, Reino Unido y, sobre todo, EEUU, anuncia la retirada del grueso de sus tropas y el compromiso de seguir apoyando el régimen constituido por quienes han medrado a su sombra. Probablemente sea un ejemplo inmejorable: tras doces año de bombardeos y embargo, Iraq fue invadido, saqueado de sus riquezas minerales, expoliado de sus tesoros arqueológicos, infestado de agentes de seguridad privados extranjeros, escuadrones de la muerte autóctonos y catetos taqfiristas deseando salvar sus almas con la sangre de quienes no creen como ellos, convertido en un festín de torturas, asesinatos y desapariciones polític@s y/o sectari@s. Si Iraq tiene una deuda con el neocolonialismo, es por haberle convertido, a un país de menos de 30 millones de habitantes, en el país con más exiliados y desplazados internos del mundo, uno de los más corruptos, uno de los que tiene más habitantes encarcelados, prisioneros militares o desaparecidos y uno de los que tiene mayor porcentaje de población en la policía, el ejército o los servicios de inteligencia. Uno de los países donde es más peligroso ser profesor universitario o donde más a menudo los médicos y enfermer@s marchan al exilio, pese a lo necesari@s que allí son, porque ell@s también quieren ganarse la vida y no perderla.

A l@s ocupantes y a sus colaboradores, enhorabuena. Habéis convertido un país en algo parecido a un cráter.

http://www.iraqsolidaridad.org/2009/docs/23_01_08_iraqocupa.html

domingo, 18 de diciembre de 2011

La literatura y la vida

Me pasan, recomendado, el documental José e Pilar. Mucha gente lleva esos nombres de pila, pero estamos hablando de José Saramago y Pilar del Río, el Nobel de literatura y la periodista y traductora y que fue su compañera, agente y, claro, traductora.
El rodaje de la película consistió en seguir a la pareja durante casi dos años (de 2006 a 2008) en el cénit del reconocimiento a don José, ese señor que tuvo claro que iba a ser escritor a los sesenta años y lo hizo. Más allá de lo que pueda haber de tierno en la película -y algo hay, obviamente- o de lo chocante que pueda ser ver a Saramago como lo que ya era (un lúcido y agudo octogenario sumido en una mezcla de vida cotidiana de jubilado con actividad frenética de figura mediática, sin faltar actitudes e incluso gestos que tod@s hemos visto a nuestr@s abuel@s, o a l@s de otr@s), más allá de todo eso, en el fondo, está la humanidad de ambas personas, sus diferencias y el hecho de que estas, en gran medida, reflejan las diferencias de cada uno de ell@s en sí mism@ y las de muchas otras personas.
En la que quizá sea mi secuencia favorita, José Saramago, hablando de Pilar, dice:
Yo tengo ideas para novelas… y ella tiene ideas para la vida… y yo no sé qué es lo que es más importante.

martes, 13 de diciembre de 2011

La vida mancha

Georg Elser pasó sus últimos años, más de cinco, recluido en Dachau como "prisionero especial" antes de ser fusilado.
Por sus rodillas de trabajador, de trabajador del tiranicidio, de la tragedia de un hombre al servicio de la causa de millones. Lo siento si a alguien le chirría este tono épico, pero es lo que hay: Elser visitó la cervecería Bürgerbräukeller -a la que sabía que Hitler acudiría- varias veces por semana durante tres meses, calculando minuciosamente y cavando, de rodillas en el suelo (curiosamente, era un cristiano devoto), la cavidad en que ocultar la bomba que debía matar al Führer. Robó explosivos de su trabajo y buscó un empleo nuevo en el que poder robar más explosivos sin llamar la atención. Puso sus conocimientos de relojería y química explosiva al servicio de La Bomba, fabricó una de prueba y la hizo estallar en una finca de sus padres para asegurarse de estar en el buen camino, calculó la operación con todos sus pormenores y pasó al menos treinta mañanas vaciando la columna que albergaría el artefacto. Al final, Hitler no murió por aquella explosión (como sí lo hicieron ocho miembros de su partido) y el joven carpintero fue detenido antes de poder salir del país. Después de todos los indicios que apuntaban a él, sus rodillas fueron la confirmación: estaban magulladas después de decenas de sesiones de trabajo con aquella maldita columna. La expresión es "dejarse los cojones en algo", como podría decirse algo sobre "tenerlos bien puestos", etc., pero lo que Georg tenía eran las rodillas gastadas de hacer lo que alguien tenía que intentar hacer y lo que se dejó en ello fue la vida. Si existiera algo como Valhalla, espero acabar allí y conocernos en persona, mein brüder.

No fue el único: a lo largo de la década de 1970, la guerrilla nicaragüense del FSLN fue ganando en fuerza a lo largo y ancho del país. A medida que la Guardia Nacional se desesperaba por dar caza a "los muchachos" sandinistas como fuera, se normalizó el ejecutarlos sin juicio en función de sospechas. No pocos muchachos de la guerrilla fueron pasados por las armas por tener las rodillas y los codos magullados de reptar por el terreno.

La vida, en fin, deja marca y la lucha, también. Si los conflictos y decisiones dejan huellas psíquicas, elegir la barricada contraria al Poder, ya está dicho, deja huellas físicas que le pueden llevar a uno al cadalso.
Mucho antes del FSLN y de G. Elser, la Commune de París acabó con aplastante derrota. Entre el exilio de cientos y la deportación a Nueva Caledonia de miles... los fusilamientos de decenas de miles, la mayoría, en los distritos orientales de París y, especialmente, en callejones y espacios abiertos (el primero, el cementerio Père-Lachaise) que en la "semana sangrienta" del 21 al 29 de mayo de 1871 serían conocidos como "abattoirs" ("mataderos"). Y, entre los verdugos, destaca el General De Galliffet, cuyo criterio a la hora de matar o no prisioneros no se conoce al cien por cien, pero sí en un detalle: ordenó fusilar a todos los que tuvieran canas. Si las tenían, tenían edad suficiente para haber vivido ya dos insurrecciones: 1848 y 1871, eran "más culpables que l@s demás" (palabras de De Galliffet), tenían demasiada experiencia combativa para permitirles sobrevivir.
Louis-Auguste Blanqui ("l'Enfermé", "el encerrado"), detenido en Burdeos, no llegó a ser fusilado gracias a su avanzada edad, su estado de salud y su prestigio, pero pasó ocho años más en la cárcel. Digo "más" porque ya había pasado 25, de los 66 que tenía.

La vida mancha, desgasta, deja sus muescas en nuestra carne y nuestro ánimo. Y -aún entre tanto desgaste, tanta salpicadura de barro, sudor, lágrimas e incluso sangre- quien realmente vence al miedo, brilla.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

De Onfray a Nietzsche y de este, a la Tierra

Anda Mr. Brown leyendo el Tratado de ateología de Michel Onfray (en apreciable traducción de Luz Freire, gracias por preguntar) y, si el propio libro ya es (aún) más interesante de lo que el título podría dar a entender, lo primero que un@ se encuentra es la cita de Nietzsche que se lee un pelo más abajo.
Sí, volvemos a Friedrich Nietzsche porque, aunque su concepto de las relaciones sociales no fuera muy humanista, esta bofetada es muy humana y es de lo más desalienante y refrescante que uno puede leer sobre el tema... y ya tiene más de 120 años:

El concepto de «Dios» fue inventado como antítesis de la vida: concentra en sí, en espantosa unidad, todo lo nocivo, venenoso y difamador, todo el odio contra la vida. El concepto de «más allá», de «mundo verdadero», fue inventado con el fin de desvalorizar el único mundo que existe, para no dejar a nuestra realidad terrenal ninguna meta, ninguna razón, ningún quehacer. El concepto de «alma», de «espíritu», y, en fin, incluso de «alma inmortal», fue inventado para despreciar el cuerpo, enfermarlo –volverlo «santo»– para oponer una espantosa despreocupación a todo lo que merece seriedad en la vida, a las cuestiones de alimentación, vivienda, régimen intelectual, asistencia a los enfermos, limpieza, clima. En lugar de la salud, la «salvación del alma», es decir, una folie circulaire [locura circular] que abarca desde las convulsiones de penitencia hasta las histerias de redención. El concepto de «pecado» fue inventado al mismo tiempo que su correspondiente instrumento de tortura, el concepto de «libre albedrío», para obnubilar los instintos, con el propósito de convertir en una segunda naturaleza la desconfianza hacia ellos.

Friedrich Nietzsche, Ecce homo, «Por qué soy un destino», § 8

viernes, 2 de diciembre de 2011

Un animal feliz

Un señor interesante llamado Pedro García Olivo, entre lo nihilista, lo antirracionalista y lo atormentado, comentaba en su libro Desesperar que, de preguntarle alguien si esperaba algo de su hijo o si quería que fuera de alguna manera, respondería: "De él no espero nada. Me gustaría que fuera un animal feliz".

La verdad es que vivir implica tomar constantemente decisiones, a veces más banales y otras veces con mayores implicaciones y, con el paso del tiempo, el peso de todas las decisiones tomadas, las descartadas, sus porqués, los recuerdos de todo lo hecho y todo lo vivido garantizan una psique sobrecargada. Un recurrente dolor de cabeza, no siempre metafórico.
Así pues, ¿se puede ser un animal racional y no sufrir una neurosis por ello? No me atrevo a decir que sí, intento vivir esa posibilidad pero, de momento, tengo que tomarla como una dirección en la que avanzar y no un punto al que pueda llegar.
Quizá es eso lo que intentan superar tantas personas emborrachándose o colocándose en algún otro estado parecido con estupefacientes (por una vez, este término tan añejo sí parece adecuado). Es absurdo, claro: el raciocinio no esquiva las consideraciones previas sobre la decisión de darle esquinazo al propio raciocinio con unos cuantos tragos y -quizá menos importante, pero no menos real- tampoco desaparece después, al contrario, reaparece con más elementos de juicio para futuras decisiones.
Aunque inventáramos una droga definitiva que nos "liberara" de la libertad-responsabilidad de tomar decisiones, tendríamos que vérnoslas con la propia decisión de tomarla o no.

En todo caso, si existieran múltiples vidas por las que alguna sustancia dharmática nuestra pasara, yo me pediría no tener que pensar más que en conseguir comida, dormir, copular cuando el instinto lo pida y alguien de mi especie se preste, retozar en la arena, el arroyo o el lodazal, defender a la manada, cuidar a las crías, buscar cobijo. No pensar, dejarme llevar por la vida hasta que fuera la vida la que se me llevara a mí por delante.
Un animal feliz. Eso es lo que querría ser.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Amour, amour...

Ah, el amor. ¿Se va a arrancar Mr. Brown con una entrada sobre el amor? Para decir ¿qué? ¿Que mucha gente lo vive lleno de sobreentendidos, cargando con lastres heredados del concepto, heredado a su vez, de lo que es una relación de amor, de lo que es el amor, sin relación con las personas que comparten esa relación? Bueno, eso está mejor dicho por gente que se ha esforzado en teorizarlo y gente que se ha empeñado en recopilar esas ideas...
Entonces, ¿Mr. Brown está en pleno enamoramiento y quiere defender el valor revitalizador de ese sentimiento, la manera en que nos hace valorarlo todo más, en que hacer crecer nuestra pulsión de vida y hace que queramos hacer más y mejor, por nosotr@s y por l@s demás? O, al contrario, ¿no le pesará más el desamor, querrá sañalarnos lo ridícula que se ve la conducta del enamorado/a, volcad@ hacia otra persona, una vez que se ha desenamorado, esa manera en que el "desengañado" mira a su yo pasado como se mira a un enfermo, entre la compasión y la lástima? De hecho, ¿está este tío refiriéndose realmente al amor en todas sus formas, o sólo a ese que comparten l@s amantes, al amor-con-deseo, ese que -en nuestra cultura- se supone que no deben compartir l@s amig@s si no quieren empezar a hacer temblar su amistad, ese que no se da entre familiares cercanos sin incurrir en el incesto, ese que, desde luego, no se siente por una mascota?
Dado lo ambiguo del tema, reconozco que hay mucha trampa.
En primer lugar, sí, me refiero al amor con deseo, a ese amor que lleva a lamer tanto como a abrazar, ese donde la vista y el oído se llevan mucho más lejos, el tacto y el olfato se elevan a la enésima potencia y el gusto entra en acción hasta que se acabe el mundo, o los amantes, o el deseo.
En segundo lugar, pues, reconozco que esta es, incluso, una entrada que habla más sobre el deseo en sí que sobre el amor con deseo.
En tercer lugar, la mitad de lo que esta entrada dice, no lo dice mediante este texto, sino a través de las dos canciones de la izquierda, en la barra de vídeo, por eso el primer verso del estribillo de Rammstein, de su Amour, sirve de título a la entrada. La sobria canción de Serj Tankian, Elect the Dead, también es de lo más interesante que un servidor conoce sobre este tema, más por la letra y menos por la música que la de los alemanes.
Así pues, me quedo con estas canciones para decir, en refrito, eso: que, admitámoslo, nuestro concepto del deseo, y del amor con deseo, sube y baja cual cotización bursátil según las alegrías y penas que hayamos cosechado últimamente y, como animales emocionales que somos, no podemos poner una de esas impresiones por encima de la otra, como algo más valioso. No tiene por qué ser una enfermedad ni una fuerza digna de veneración, tal vez sea una droga (como sugieren Rammstein), perfectamente defendible cuando un@ está bajo los efectos de la última dosis y tan añorable cuando ya ha pasado demasiado tiempo... tal vez, aún más sencillo, sólo es un hambre del cuerpo, de modo que la piel de un@ necesitaría acariciar la piel de otr@s como el estómago necesita digerir, que las convexidades buscarían cavidades que las acojan y las concavidades buscarían órganos que las llenen como los pulmones buscan aire...
Como quiera que sea, estas dos canciones ya aportan lo suficiente sobre eso, ese carácter adictivo por encima de valoraciones que lleven a lo "bueno" o "malo" (hay una traducción de la letra de Amour en el propio vídeo) y sobre la necesaria complementariedad entre el desamor y el amor, cómo hay que haber ganado para poder perder y cómo el Yo queda en una zona gris cuando nos damos cuenta de que dependemos de otras personas para sentirnos bien (puedo proponer una traducción para la letra de Elect the dead si alguien la necesita).
Que aprovechen.

martes, 22 de noviembre de 2011

Más real que Escila y Caribdis

Hablaba el otro día de Wallace y lo dije: que no se murió, ni lo mataron, se mató él.
Es un tema que no aparece en ninguno de los artículos y ensayos que le he leído, pero sí en su mastodóntica novela La broma infinita. Aparece el tema del suicidio, doce años antes de que él mismo tomara ese camino, y el tema de la depresión, esa cárcel que devoró su vida durante más de veinte años, hasta que decidió ponerle fin a todo.
Hablaba el joven Wallace -permitidme que le cite como lo recuerdo y no textualmente- de un tipo de depresión especial, de una apatía tan intensa, tan furiosamente voraz, que, de alguna manera, duele. Una apatía que duele, que duele tanto que sólo deseas ponerle fin cueste lo que cueste.
No conozco esa sensación y no tengo el más mínimo interés por conocerla en carne propia, pero la descripción no deja de ser muy interesante viniendo de alguien que sabía bien de qué hablaba. Mr. Brown sólo conoce una variante más breve, una hidra a la que sólo hubo que cortarle un puñado de cabezas antes de verla muerta.
Lo cual no quiere decir que la lucha terminara ahí: la depresión es una cárcel (con perdón de quienes están en cárceles de hormigón) y lo único que se aprende de la cárcel es a escapar. Es la manera de no volver a acabar allí. Y es importante insistir en lo que señalaba D. F. W. : que la depresión no es estar triste. La tristeza no dura meses o años, no sabe hacerlo; la depresión, sí. Si estar triste es tener ganas de llorar, estar deprimido es no tener ganas de nada, ni de llorar.
La realidad no es tan esquemática como esa comparación, pero cualquiera puede entender de qué estamos hablando, de cómo podemos descubrir -al perderlo, al renunciar a ello por sentirnos débiles sin serlo- que estar viv@s es algo más que comer, dormir y respirar.
La apatía es el más anodino de los monstruos, pero mata como cualquier otro... sirva esta entrada como un recordatorio o, más honestamente, como una pregunta abierta. Nada nuevo, algo así como si hay una receta para que ese agujero negro no llegue ni a abrirse, como cómo conseguir que quien ya convive con la depresión o vive por inercia deje de hacerlo, cómo mostrar que hay alternativas más interesantes que la soga, la sobredosis buscada o el abandono a una Sustancia (alcohol, heroína, ... tanto da). Yo mismo recordaba hace menos de siete meses otro tipo de autodestrucción, aquella en que el riesgo viene detrás de un objetivo -bañado en épica, incluso- en la persona de Zoé Aveilla. No lo hacía por la atracción de la épica (que la hay, claro), ni sólo por recordar a una compañera anarquista que no va a poder luchar nunca más. También lo hacía porque, en el fondo, sé que mi deseo de participar en el Gran Rechazo, mi deseo de un Ataque de los que clarifican posiciones y golpean sin mucho margen a la interpretación, estuvieron cerca de llevarme por el mismo camino hace más o menos una década. Porque, en un universo no muy diferente, yo habría acabado igual.
Así pues, no se trata de buscar mártires; seguimos intentando una vida digna de tal nombre, sacando fuerzas de donde sea. A vosotr@s, derrotad@s en el azar de la lucha o en la vida misma, no os olvidamos.

jueves, 17 de noviembre de 2011

El mismo D. F. W. que me ha acompañado durante tres años

La persona que me dio a conocer a David Foster Wallace, hace ahora tres años, me dijo que, cuando supo del suicidio de este pedazo de hombre de letras, tuvo la sensación -por primera vez, en lo referente a escritores que le gustaba leer- de haber perdido a alguien cercano.
La necrológica publicada un par de meses antes en la prensa nortamericana me había impresionado, pero ni siquiera me había quedado con el nombre. De repente, en un extraño día, en un extraño escenario (Montmartre, dando vueltas en torno al Sacré-Coeur, al último viñedo de París, a lo que ahora -porque la Historia no perdona- se llama Square Louise Michel... ), en un contexto extraño, ya que yo estaba en París por segunda y -de momento- última vez en mi vida y por desagradables circunstancias personales, y en compañía de una persona a la que sólo había conocido un día, siete u ocho años antes... de repente, ella me hablaba con verdadera intensidad de ese autor y, cuando leí, unos meses después Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, empecé a vislumbrar por qué. Y, cuando, al cabo de otros cuantos, me regalaron Hablemos de langostas, tuve que rendirme.
Ya he visto varios vídeos de entrevistas y similares de Wallace, ya he leído buena parte de La broma infinita y no deja de impresionarme la tremenda humanidad de D. F. W. : su erudición de monstruito, su humildad (llegando, en persona, a la inseguridad), su honestidad intelectual, su agudeza, su talento para una prosa que es, a la vez, barroca y coherente hasta lo casi sobrehumano... ahora, precisamente, se publica como novela póstuma una edición del material que dejó preparado para The Pale King, o El rey pálido, ya que se ha publicado en castellano hoy mismo, si no me equivoco.
Justo ahora, me pasan una reseña y, tras leerla, se me escapa una lagrimita. Puto Wallace, con lo que nos has dado y lo que nos has negado es imposible no echarte de menos, como a un ser querido perdido. Por culpa de gente como tú, nunca nos curaremos de la pasión por el pensamiento, el lenguaje y la literatura. Amén.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Noventa y nueve flores para Manuel Pardiñas

El día de ayer estuvo lleno de efemérides, la última de ellas bien reciente: hizo apenas cuatro años del asesinato del compañero antifascista Carlos Palomino. Pero no es ahí donde queremos deternos, no en las actuales circunstancias internacionales y, en particular, en las españolas, no con las elecciones generales a ocho días y no hoy, que se cumplen 99 años de la muerte de Manuel Pardiñas.

Oficialmente, es el 99 aniversario de la muerte de José Canalejas, presidente del gobierno culto, liberal e, incluso, progre, para su época. Extraoficialmente, entre nosotr@s, Canalejas fue el presidente de mucho lirili y poco lerele por excelencia, en lo que se refiere al periodo de restauración borbónica, que ya duraba casi cuarenta años y aún duraría un decenio más. Oficialmente, Canalejas fue el presidente más ambicioso de su época en las reformas que hizo aprobar para mejorar las condiciones de trabajo de hombres, mujeres y, sobre todo, menores. Extraoficialmente, lo que no hizo fue implementar mecanismos para que esas reformas se llevaran a la práctica. Lo que sí hizo, en cambio, fue utilizar al ejército y las fuerzas de seguridad para poner fin a conflictos en empresas (por ejemplo, la huelga general con que había empezado el otoño madrileño o la de trenes y tranvías de Zaragoza y Catalunya que le siguió), enfangar más a España en la invasión del actual Marruecos (Larache y Alcazarquivir), ilegalizar a la joven CNT y convivir con el caciquismo con el que, nos dicen sus nostálgicos, habría acabado si se le hubiera dado más tiempo.
Hipótesis indemostrables -y no muy originales, por cierto- aparte, lo cierto es que el de Canalejas es uno de los casos más meritorios de construcción de una reputación (entre la clase media y alta, sobre todo) que convive con hechos que la desmienten y que los trabajadores y/o pobres de la época conocieron bien. Algo que hoy día nos puede parecer habitual, pero que no deja de ser un fraude; la clase de fraude que impide entender, a quienes quieren ver en él un reformador asesinado por un misterioso agitador, embriagado de afán destructivo y financiado por oscuros intereses, que el español medio de entonces respiraba muerte -la esperanza de vida media de un obrero catalán en los primeros treinta años del siglo XX, contaba Dolors Marín en una charla, era de 33 años- y el magnicidio era un medio cada vez más normal de que los poderosos supieran que el miedo no entiende de clases sociales
(véase, si no, esta lista).

Mi corazón, me temo, está más con Manuel Pardiñas Serrano, anarquista aragonés y pintor de brocha gorda que, a sus 26 años, y en contacto, probablemente, con otros libertarios decidió acabar con el presidente y dar un mensaje claro tanto a sus sucesores como al rey Alfonso XIII (que era, probablemente, el objetivo que habría/n preferido para sus balas).
Si Pardiñas -que se suicidió con la misma pistola, tras fallar un intento contra el policía que se le acercaba y previendo un linchamiento- tenía en su vida privada algún aspecto que atentaba contra la virtud (una relación con una mujer casada, otras con otras mujeres con las que no tenía intención de casarse), por lo demás, para colmo, era un tipo discreto , que había sido buen estudiante y que -según contaba, sorprendido, el amigo que le alojó en Madrid- no fumaba, no bebía, no frecuentaba burdeles y parecía alimentarse a base de verdura y legumbres.
Este oscense tan chocante, seguido de cerca, sucesivamente, por las policías argentina, cubana, francesa y española (a veces, por varias, según el momento) consiguió quitárselos a todos de encima y hacer junto a la Puerta del Sol un jaque mate de los que, esta vez es literal, hacen historia. A la mierda tod@s aquell@s que son tan indulgentes con quienes mandan y tan exigentes con quienes somos mandad@s; como Miguel Hernández, para lo bueno o para lo malo, no olvidamos. Ni el miedo, ni el hambre, ni el plomo, ni la sangre, ni a quien empuñó la pluma, ni a quien hizo lo propio con la espada.
La tierra te sea leve, compañero. Salud.

domingo, 6 de noviembre de 2011

La Guerra Fría ha muerto, ¡viva la Guerra Fría!

Vivimos fechas llenas de efemérides pero, pese a lo que pueda dar a entender el título, esta entrada no trata sobre historia y quedan aparcados, de momento, los homenajes a -o reseñas biográficas de- Barry Horne, Carlos Marighella y, desde luego, Guy Fawkes.
El asunto, ahora mismo es qué está pasando con (aún más que en) Libia y Siria y qué capacidad tiene la izquierda occidental -la de verdad, antiimperialista- de entenderlo y de abrirse la cabeza intentándolo. Y de ahí, el título. Porque lo cierto es que, a casi veintiún años de la desintegración de la URSS, algun@s parecen seguir considerando como motor de la historia las maquinaciones geopolíticas y los golpes de mano a base de fuerzas especiales.
No es que uno ignore, por edad o falta de interés, el largo brazo de la CIA, la NSA o cualquier otro de los servicios de inteligencia gringos. Obviamente, a l@s muchach@s de Langley, Washington y demás les interesa más cualquier país de mayoría árabe que, digamos, Tuvalu, no se les puede culpar por ello, teniendo en cuenta qué es aquello por lo que les pagan y qué no. Pero, nos guste o no, la historia es más compleja y no se entienden los procesos políticos sólo con cenáculos y conjuras palaciegas.

Así las cosas, primera regla que propone Mr. Brown para un, digamos, Manuel del buen analista político aficionado (que sirve, además, para otros análisis): distinga entre aquello que se sabe y aquello que no y tenga la honestidad de reconocer qué entra en una categoría y qué entra en la otra.

Segunda: la información es tan fiable como la fuente de la que procede. Aunque un bando le caiga mejor que el otro, eso que no quiere decir que el primero nunca mienta o manipule, ni que el segundo lo haga por sistema. La distinción entre "mentir" y "manipular" no es nada superflua: a partir de un hecho real, se puede manipular mucho mejor -y de más maneras- sin necesidad de inventar un hecho ex nihilo y exponerse a que uno le pillen en una argucia de ese tipo, más palpable.

Tercera: no siempre hay una mano oscura detrás de aquello que a usted le parece especialmente misterioso o más poderoso de lo que habría previsto. Aún estamos esperando que la derecha-especialmente-apolillada demuestre la vinculación de las Brigadas Rojas con el Mossad, de ETA-(m) con la revolución sandinista, de Action Directe con el régimen de los ayatollahs o del atentado de Lockerbie con el de Gaddafi. Esperamos sentados, por aquello de las varices; gracias.
Otro día, podemos hablar de otras difamaciones, más venidas de la izquierda: los abertzales de ESB acusando a los Comandos Autónomos Anticapitalistas de estar en manos de la inteligencia española desde 1979, los de HB haciendo lo propio tras la "operación Mendeku", Guy Debord diciendo lo mismo de Action Directe y las autoridades francesas...

Volvamos, pues, al caso que nos ocupa y al problema de aplicar al presente la lógica de la Guerra Fría. Por aquella idea tan deleznable de que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo", que durante aquel larguísimo invierno de más de cuarenta años servía para las posturas de supervivencia más peregrinas -lo que no significa, necesariamente, que fueran las más defendibles políticamente-; esa idea que lleva a algun@s, ahora, a hacer contorsiones para lavarle la cara a los regímenes de Bashar el-Assad y Gaddafi, tanto como mañana serán capaces (si a ello les obliga el fervor contra el eje yanqui-sionista) de denunciar que fue en un laboratorio del Pentágono donde se inventó el pastel de manzana. ¿Cómo se explica, en esa lógica de tres al cuarto, la relación entre los EEUU, los regímenes de Iraq y Siria y los islamistas locales si, durante años, esas cuatro partes estaban enfrentadas casi todos contra todos? Y, puestos a marear la perdiz, ¿qué opina esta gente de l@s terceristas? Reconozco que me gustaría verles pasar un mal rato hablando de Perón, Norberto Ceresole, Jean Thiriart o Roger Coudroy... unos minutos después de haber defendido el socialismo.
Lanzo una idea muy sencilla, pero que debería ayudar a esclarecer todo esto, de modo que incluso en el Partido de los Cabezas Cuadradas puedan entenderlo: no sabemos quién está matando en Siria, si sólo lo hace el régimen o lo hacen, también, sectores de la oposición civil (se habla de francotiradores, por lo misterioso de muchos disparos y de los ángulos con que llegan) y, de haber sectores de la oposición civil empleando las armas, en qué medida lo harían motu proprio y en cuál apoyados por potencias extranjeras (empezando por Israel y EEUU, cierto). La lista de preguntas, además, es más larga: ¿los militares sublevados están realmente del lado de los civiles, o sólo quieren hacerse con el poder? ¿Cuántos opositores son laicos, cuántos islamistas, cuántos podrían trabajar para al-Qaeda... ? No lo sabemos. Sabemos que se está luchando contra la clase dirigente de un determinado país, cosa que no dejan de ser buenas noticias. Sabemos que, para los miembros de la OTAN, puede ser una tentadora ocasión de seguir reorganizando el Tercer Mundo. Sabemos, también, que pueden llegar (más) refugiados de Siria, igual que de Libia y otros países. Nuestro trabajo, pues, no es decirles a sirios, libios o quien sea si son antiimperialistas, proimperialistas o hipocampos cabelludos. Lo que nos toca es oponernos diametralmente a que con nuestros impuestos, en nuestro nombre y en nombre de los derechos humanos -causa mucho menos sucia que ningún gobierno de cuantos la reconocieron en 1948- se emprenda ninguna cruzada contra Siria o se haga algo en Libia que no sea una retirada unilateral e incondicional (y, si la pactan con los locales, tanto mejor). Y nos toca a los primermundistas, también, acoger a los refugiados como seres humanos que merecen una dignidad en sus condiciones de vida -los nativos también, no somos mártires- y una dignidad en el trato que tengamos, eso que llaman "respeto". De esta convivencia obligada por las circunstancias siempre han brotado más flores que espinas, no lo olvidemos.

Para acabar, tengo que retomar ese "socialismo" que había quedado coleando hace un largo párrafo y abordar la última idea de este nudo gordiano, a saber: la formación marxista de muchos de esos analistas de la izquierda. En dos palabras, pobre Marx. En nueve: qué utilización tan pobre de las aportaciones de Marx. No lo digo porque piense que el viejo nunca se equivocaba, ni porque piense que los autores de los que hablo lo piensan, sino porque me da la impresión de que se han quedado en el análisis de las manidas condiciones objetivas y se han olvidado de las subjetivas. Está bien apoyarse en datos geopolíticos, económicos, sociológicos, etc. para analizar la situación de un país, pero los datos no permiten saber qué van a hacer las personas, sólo ayudan a entenderlo -y, sobre todo, cosas de la diosa Historia, ayudan a darle a los hechos un sentido a posteriori que es imposible decir si tenían o no en el momento de ocurrir-. Lo siento, pero nadie va a pedirnos permiso antes de rebelarse, ni va a preguntar si está previsto en la última noticia que hemos leído el que saliera en manifestación.
Algun@s no entendemos un socialismo sin humanismo. No tiene sentido. Hace falta una mentalidad muy jacobina y muy cuartelera para intentar entender la realidad sólo a base de informes de inteligencia y tablas de datos macroeconómicos; la clase de mentalidad que sólo puede llevar a un socialismo/comunismo con mucho de "ismo" y poco o nada de "social" o de "común", como no sea la disciplina. Ya nos sabemos la canción, ese socialismo donde los bosques son de bayonetas y donde "el que no está con nosotros, está con el enemigo". Si el humanismo significa algo, no es sólo la gran revolución -intelectual, primero; callejera y popular, después- de los últimos quinientos años, no es sólo pensar que las personas estamos por encima de las instituciones de cualquier tipo y de los roles en que quieran encerrarnos, significa, también, que la historia es, sobre todo, la historia de aquello que hacemos y que dejamos que nos hagan. No creo que haga falta citar expresamente a herr Marx, ¿no?

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Marchando otra de Bolaño

Es inevitable: vuelvo a citar a don Roberto y su Carnet de baile. Por lo que me descubrió, por su cabeza y por su corazón:
54. Los hijos del león español decía Rubén Darío, un optimista nato. Los hijos de Walt Whitman, de José Martí, de Violeta Parra; desollados, olvidados, en fosas comunes, en el fondo del mar, sus huesos mezclados en un destino troyano que espanta a los supervivientes. 55. Pienso en ellos en estos días en que los veteranos de las Brigadas Internacionales visitan España, viejitos que bajan de los autocares con el puño en alto. Fueron 40.000 y hoy vuelven a España 350 o algo así. 56. Pienso en Beltrán Morales, pienso en Rodrigo Lira, pienso en Mario Santiago, pienso en Reinaldo Arenas. Pienso en los poetas muertos en el potro de tortura, en los muertos de sida, de sobredosis, en todos los que creyeron en el paraíso latinoamericano y murieron en el infierno latinoamericano. Pienso en esas obras que acaso permitan a la izquierda salir del foso de la vergüenza y la inoperancia. 57. Pienso en nuestras vanas cabezas puntiagudas y en la muerte abominable de Isaac Babel.