Vivimos fechas llenas de efemérides pero, pese a lo que pueda dar a entender el título, esta entrada no trata sobre historia y quedan aparcados, de momento, los homenajes a -o reseñas biográficas de- Barry Horne, Carlos Marighella y, desde luego, Guy Fawkes.
El asunto, ahora mismo es qué está pasando con (aún más que en) Libia y Siria y qué capacidad tiene la izquierda occidental -la de verdad, antiimperialista- de entenderlo y de abrirse la cabeza intentándolo. Y de ahí, el título. Porque lo cierto es que, a casi veintiún años de la desintegración de la URSS, algun@s parecen seguir considerando como motor de la historia las maquinaciones geopolíticas y los golpes de mano a base de fuerzas especiales.
No es que uno ignore, por edad o falta de interés, el largo brazo de la CIA, la NSA o cualquier otro de los servicios de inteligencia gringos. Obviamente, a l@s muchach@s de Langley, Washington y demás les interesa más cualquier país de mayoría árabe que, digamos, Tuvalu, no se les puede culpar por ello, teniendo en cuenta qué es aquello por lo que les pagan y qué no. Pero, nos guste o no, la historia es más compleja y no se entienden los procesos políticos sólo con cenáculos y conjuras palaciegas.
Así las cosas, primera regla que propone Mr. Brown para un, digamos, Manuel del buen analista político aficionado (que sirve, además, para otros análisis): distinga entre aquello que se sabe y aquello que no y tenga la honestidad de reconocer qué entra en una categoría y qué entra en la otra.
Segunda: la información es tan fiable como la fuente de la que procede. Aunque un bando le caiga mejor que el otro, eso que no quiere decir que el primero nunca mienta o manipule, ni que el segundo lo haga por sistema. La distinción entre "mentir" y "manipular" no es nada superflua: a partir de un hecho real, se puede manipular mucho mejor -y de más maneras- sin necesidad de inventar un hecho ex nihilo y exponerse a que uno le pillen en una argucia de ese tipo, más palpable.
Tercera: no siempre hay una mano oscura detrás de aquello que a usted le parece especialmente misterioso o más poderoso de lo que habría previsto. Aún estamos esperando que la derecha-especialmente-apolillada demuestre la vinculación de las Brigadas Rojas con el Mossad, de ETA-(m) con la revolución sandinista, de Action Directe con el régimen de los ayatollahs o del atentado de Lockerbie con el de Gaddafi. Esperamos sentados, por aquello de las varices; gracias.
Otro día, podemos hablar de otras difamaciones, más venidas de la izquierda: los abertzales de ESB acusando a los Comandos Autónomos Anticapitalistas de estar en manos de la inteligencia española desde 1979, los de HB haciendo lo propio tras la "operación Mendeku", Guy Debord diciendo lo mismo de Action Directe y las autoridades francesas...
Volvamos, pues, al caso que nos ocupa y al problema de aplicar al presente la lógica de la Guerra Fría. Por aquella idea tan deleznable de que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo", que durante aquel larguísimo invierno de más de cuarenta años servía para las posturas de supervivencia más peregrinas -lo que no significa, necesariamente, que fueran las más defendibles políticamente-; esa idea que lleva a algun@s, ahora, a hacer contorsiones para lavarle la cara a los regímenes de Bashar el-Assad y Gaddafi, tanto como mañana serán capaces (si a ello les obliga el fervor contra el eje yanqui-sionista) de denunciar que fue en un laboratorio del Pentágono donde se inventó el pastel de manzana. ¿Cómo se explica, en esa lógica de tres al cuarto, la relación entre los EEUU, los regímenes de Iraq y Siria y los islamistas locales si, durante años, esas cuatro partes estaban enfrentadas casi todos contra todos? Y, puestos a marear la perdiz, ¿qué opina esta gente de l@s terceristas? Reconozco que me gustaría verles pasar un mal rato hablando de Perón, Norberto Ceresole, Jean Thiriart o Roger Coudroy... unos minutos después de haber defendido el socialismo.
Lanzo una idea muy sencilla, pero que debería ayudar a esclarecer todo esto, de modo que incluso en el Partido de los Cabezas Cuadradas puedan entenderlo: no sabemos quién está matando en Siria, si sólo lo hace el régimen o lo hacen, también, sectores de la oposición civil (se habla de francotiradores, por lo misterioso de muchos disparos y de los ángulos con que llegan) y, de haber sectores de la oposición civil empleando las armas, en qué medida lo harían motu proprio y en cuál apoyados por potencias extranjeras (empezando por Israel y EEUU, cierto). La lista de preguntas, además, es más larga: ¿los militares sublevados están realmente del lado de los civiles, o sólo quieren hacerse con el poder? ¿Cuántos opositores son laicos, cuántos islamistas, cuántos podrían trabajar para al-Qaeda... ? No lo sabemos. Sabemos que se está luchando contra la clase dirigente de un determinado país, cosa que no dejan de ser buenas noticias. Sabemos que, para los miembros de la OTAN, puede ser una tentadora ocasión de seguir reorganizando el Tercer Mundo. Sabemos, también, que pueden llegar (más) refugiados de Siria, igual que de Libia y otros países. Nuestro trabajo, pues, no es decirles a sirios, libios o quien sea si son antiimperialistas, proimperialistas o hipocampos cabelludos. Lo que nos toca es oponernos diametralmente a que con nuestros impuestos, en nuestro nombre y en nombre de los derechos humanos -causa mucho menos sucia que ningún gobierno de cuantos la reconocieron en 1948- se emprenda ninguna cruzada contra Siria o se haga algo en Libia que no sea una retirada unilateral e incondicional (y, si la pactan con los locales, tanto mejor). Y nos toca a los primermundistas, también, acoger a los refugiados como seres humanos que merecen una dignidad en sus condiciones de vida -los nativos también, no somos mártires- y una dignidad en el trato que tengamos, eso que llaman "respeto". De esta convivencia obligada por las circunstancias siempre han brotado más flores que espinas, no lo olvidemos.
Para acabar, tengo que retomar ese "socialismo" que había quedado coleando hace un largo párrafo y abordar la última idea de este nudo gordiano, a saber: la formación marxista de muchos de esos analistas de la izquierda. En dos palabras, pobre Marx. En nueve: qué utilización tan pobre de las aportaciones de Marx. No lo digo porque piense que el viejo nunca se equivocaba, ni porque piense que los autores de los que hablo lo piensan, sino porque me da la impresión de que se han quedado en el análisis de las manidas condiciones objetivas y se han olvidado de las subjetivas. Está bien apoyarse en datos geopolíticos, económicos, sociológicos, etc. para analizar la situación de un país, pero los datos no permiten saber qué van a hacer las personas, sólo ayudan a entenderlo -y, sobre todo, cosas de la diosa Historia, ayudan a darle a los hechos un sentido a posteriori que es imposible decir si tenían o no en el momento de ocurrir-. Lo siento, pero nadie va a pedirnos permiso antes de rebelarse, ni va a preguntar si está previsto en la última noticia que hemos leído el que saliera en manifestación.
Algun@s no entendemos un socialismo sin humanismo. No tiene sentido. Hace falta una mentalidad muy jacobina y muy cuartelera para intentar entender la realidad sólo a base de informes de inteligencia y tablas de datos macroeconómicos; la clase de mentalidad que sólo puede llevar a un socialismo/comunismo con mucho de "ismo" y poco o nada de "social" o de "común", como no sea la disciplina. Ya nos sabemos la canción, ese socialismo donde los bosques son de bayonetas y donde "el que no está con nosotros, está con el enemigo". Si el humanismo significa algo, no es sólo la gran revolución -intelectual, primero; callejera y popular, después- de los últimos quinientos años, no es sólo pensar que las personas estamos por encima de las instituciones de cualquier tipo y de los roles en que quieran encerrarnos, significa, también, que la historia es, sobre todo, la historia de aquello que hacemos y que dejamos que nos hagan. No creo que haga falta citar expresamente a herr Marx, ¿no?
No es que uno ignore, por edad o falta de interés, el largo brazo de la CIA, la NSA o cualquier otro de los servicios de inteligencia gringos. Obviamente, a l@s muchach@s de Langley, Washington y demás les interesa más cualquier país de mayoría árabe que, digamos, Tuvalu, no se les puede culpar por ello, teniendo en cuenta qué es aquello por lo que les pagan y qué no. Pero, nos guste o no, la historia es más compleja y no se entienden los procesos políticos sólo con cenáculos y conjuras palaciegas.
Así las cosas, primera regla que propone Mr. Brown para un, digamos, Manuel del buen analista político aficionado (que sirve, además, para otros análisis): distinga entre aquello que se sabe y aquello que no y tenga la honestidad de reconocer qué entra en una categoría y qué entra en la otra.
Segunda: la información es tan fiable como la fuente de la que procede. Aunque un bando le caiga mejor que el otro, eso que no quiere decir que el primero nunca mienta o manipule, ni que el segundo lo haga por sistema. La distinción entre "mentir" y "manipular" no es nada superflua: a partir de un hecho real, se puede manipular mucho mejor -y de más maneras- sin necesidad de inventar un hecho ex nihilo y exponerse a que uno le pillen en una argucia de ese tipo, más palpable.
Tercera: no siempre hay una mano oscura detrás de aquello que a usted le parece especialmente misterioso o más poderoso de lo que habría previsto. Aún estamos esperando que la derecha-especialmente-apolillada demuestre la vinculación de las Brigadas Rojas con el Mossad, de ETA-(m) con la revolución sandinista, de Action Directe con el régimen de los ayatollahs o del atentado de Lockerbie con el de Gaddafi. Esperamos sentados, por aquello de las varices; gracias.
Otro día, podemos hablar de otras difamaciones, más venidas de la izquierda: los abertzales de ESB acusando a los Comandos Autónomos Anticapitalistas de estar en manos de la inteligencia española desde 1979, los de HB haciendo lo propio tras la "operación Mendeku", Guy Debord diciendo lo mismo de Action Directe y las autoridades francesas...
Volvamos, pues, al caso que nos ocupa y al problema de aplicar al presente la lógica de la Guerra Fría. Por aquella idea tan deleznable de que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo", que durante aquel larguísimo invierno de más de cuarenta años servía para las posturas de supervivencia más peregrinas -lo que no significa, necesariamente, que fueran las más defendibles políticamente-; esa idea que lleva a algun@s, ahora, a hacer contorsiones para lavarle la cara a los regímenes de Bashar el-Assad y Gaddafi, tanto como mañana serán capaces (si a ello les obliga el fervor contra el eje yanqui-sionista) de denunciar que fue en un laboratorio del Pentágono donde se inventó el pastel de manzana. ¿Cómo se explica, en esa lógica de tres al cuarto, la relación entre los EEUU, los regímenes de Iraq y Siria y los islamistas locales si, durante años, esas cuatro partes estaban enfrentadas casi todos contra todos? Y, puestos a marear la perdiz, ¿qué opina esta gente de l@s terceristas? Reconozco que me gustaría verles pasar un mal rato hablando de Perón, Norberto Ceresole, Jean Thiriart o Roger Coudroy... unos minutos después de haber defendido el socialismo.
Lanzo una idea muy sencilla, pero que debería ayudar a esclarecer todo esto, de modo que incluso en el Partido de los Cabezas Cuadradas puedan entenderlo: no sabemos quién está matando en Siria, si sólo lo hace el régimen o lo hacen, también, sectores de la oposición civil (se habla de francotiradores, por lo misterioso de muchos disparos y de los ángulos con que llegan) y, de haber sectores de la oposición civil empleando las armas, en qué medida lo harían motu proprio y en cuál apoyados por potencias extranjeras (empezando por Israel y EEUU, cierto). La lista de preguntas, además, es más larga: ¿los militares sublevados están realmente del lado de los civiles, o sólo quieren hacerse con el poder? ¿Cuántos opositores son laicos, cuántos islamistas, cuántos podrían trabajar para al-Qaeda... ? No lo sabemos. Sabemos que se está luchando contra la clase dirigente de un determinado país, cosa que no dejan de ser buenas noticias. Sabemos que, para los miembros de la OTAN, puede ser una tentadora ocasión de seguir reorganizando el Tercer Mundo. Sabemos, también, que pueden llegar (más) refugiados de Siria, igual que de Libia y otros países. Nuestro trabajo, pues, no es decirles a sirios, libios o quien sea si son antiimperialistas, proimperialistas o hipocampos cabelludos. Lo que nos toca es oponernos diametralmente a que con nuestros impuestos, en nuestro nombre y en nombre de los derechos humanos -causa mucho menos sucia que ningún gobierno de cuantos la reconocieron en 1948- se emprenda ninguna cruzada contra Siria o se haga algo en Libia que no sea una retirada unilateral e incondicional (y, si la pactan con los locales, tanto mejor). Y nos toca a los primermundistas, también, acoger a los refugiados como seres humanos que merecen una dignidad en sus condiciones de vida -los nativos también, no somos mártires- y una dignidad en el trato que tengamos, eso que llaman "respeto". De esta convivencia obligada por las circunstancias siempre han brotado más flores que espinas, no lo olvidemos.
Para acabar, tengo que retomar ese "socialismo" que había quedado coleando hace un largo párrafo y abordar la última idea de este nudo gordiano, a saber: la formación marxista de muchos de esos analistas de la izquierda. En dos palabras, pobre Marx. En nueve: qué utilización tan pobre de las aportaciones de Marx. No lo digo porque piense que el viejo nunca se equivocaba, ni porque piense que los autores de los que hablo lo piensan, sino porque me da la impresión de que se han quedado en el análisis de las manidas condiciones objetivas y se han olvidado de las subjetivas. Está bien apoyarse en datos geopolíticos, económicos, sociológicos, etc. para analizar la situación de un país, pero los datos no permiten saber qué van a hacer las personas, sólo ayudan a entenderlo -y, sobre todo, cosas de la diosa Historia, ayudan a darle a los hechos un sentido a posteriori que es imposible decir si tenían o no en el momento de ocurrir-. Lo siento, pero nadie va a pedirnos permiso antes de rebelarse, ni va a preguntar si está previsto en la última noticia que hemos leído el que saliera en manifestación.
Algun@s no entendemos un socialismo sin humanismo. No tiene sentido. Hace falta una mentalidad muy jacobina y muy cuartelera para intentar entender la realidad sólo a base de informes de inteligencia y tablas de datos macroeconómicos; la clase de mentalidad que sólo puede llevar a un socialismo/comunismo con mucho de "ismo" y poco o nada de "social" o de "común", como no sea la disciplina. Ya nos sabemos la canción, ese socialismo donde los bosques son de bayonetas y donde "el que no está con nosotros, está con el enemigo". Si el humanismo significa algo, no es sólo la gran revolución -intelectual, primero; callejera y popular, después- de los últimos quinientos años, no es sólo pensar que las personas estamos por encima de las instituciones de cualquier tipo y de los roles en que quieran encerrarnos, significa, también, que la historia es, sobre todo, la historia de aquello que hacemos y que dejamos que nos hagan. No creo que haga falta citar expresamente a herr Marx, ¿no?
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