lunes, 15 de abril de 2013

La década de 1990 o «el desierto que no lo fue tanto»

Este blog tiene la extraña cualidad de recibir visitas a diario y, a menudo, desde varios países, pero el retorno (por evitar el anglicismo «feedback») que recibimos hace pensar que sólo hay dos tres lectores, habituales. Eso no nos hace pensar tanto en cerrarlo o siquiera en congelar la publicación de entradas como, sobre todo, en publicar algo que nos rondaba desde que empezó su andadura y que puede ser interesante de consultar -modestia aparte- en cualquier momento de los próximos meses o años. Vamos, pues, al tema:

Diez motivos por los que la década de 1990 no fue el desierto apático que a menudo nos creemos

1) Obviamente, porque quien se rindió lo hizo bajo su propia responsabilidad y no por la famosa Mano Invisible de Adam Smith ni ninguna otra similar. Respecto del supuesto batacazo del movimiento anticapitalista con el desmoronamiento de los regímenes del Este (bloque de la URSS, Yugoslavia, Rumanía, Albania) y similares (Etiopía, Laos, Vietnam), nos parece que queda muy matizado por la existencia de un marxismo que nunca fue leninista; algún día dedicaremos la debida entrada a este último tema. Sin negar que la hegemonía israelo-estadounidense haya tenido -y, en menor medida, aún siga teniendo- graves consecuencias, ni el contrapeso soviético era tanto, ni ello supuso en Cuba un desembarco capitalista comparable al de los otros regímenes o un atrincheramiento como el del régimen juche en Corea del Norte.

2) En el caso del estado español, los movimientos que se habían negado a tomar parte en la Transición/Transacción, a saber, el anarcosindicalista, el autónomo y el MLNV, siguieron diezmados por sus respectivos problemas, tanto internos como externos, pero no cejaron en la contestación del orden postfranquista. Más aún, los tres participaron, sin buscar protagonismo -que sepamos-, en un movimiento más amplio, como fue el de objeción de conciencia a la «mili» (el servicio militar obligatorio) llamado «de insumisión» a esta, perseguido tanto antes como después de 1987, cuando el gobierno de Felipe González dio por única alternativa a la mili una PSS («prestación social sustitutoria»), oséase, trabajar gratis en un estado que empezaba a conocer tasas de paro inauditas. Algún día también dedicaremos una entrada propia a este movimiento que consiguió la última gran victoria contra el régimen, la abolición de la mili en 2001, precedida de la excarcelación de todos los insumisos presos entre 1996 y 2001.

3) En el ámbito (contra)cultural, estamos hablando de una continuación de la escena punk y del mundo del fanzine -que le pregunten, si no, a «tipogris», autor de No había futuro e Industrias Mikuerpo, a quien tenemos el placer de leer y, a la vez, recibir en esta humilde bitácora-, pero también de un crecimiento exponencial de los centros sociales okupados y un constante flujo de grupos de música disidente. Madrid, que se quedó a la zaga en lo relativo a okupaciones, vio al menos nacer a cuatro grupos emblemáticos del mestizaje combativo rap-metal/rockero como Habeas Corpus, La Vaca Güano, Hechos Contra el Decoro y La Pan (estos últimos, quizá menos talentosos o magnéticos a la hora de escribir o componer, han pagado bien caro el decir, con menos labia que la primera división del hip-hop español, cosas que en realidad nos parecen mucho más importantes y originales que la mayoría de ellos).
Euskal Herriak no sólo vio sobrevivir a otros grupos de esta escena (Barricada, Doctor Deseo) sino que, de los restos de los anteriores -pensamos, sobre todo, en Kortatu- surgieron Negu Gorriak y todo el proyecto discográfico alternativo de Esan Ozenki, luego Metak, y Gora Herriak! y todos los grupos que les acompañaron (Joxe Ripiau, Su ta Gar, ... ); así como el nacimiento de otros que no lo hicieron (Berri Txarrak).
Pese a su escaso contenido combativo, tampoco se puede negar que existe algún contenido de denuncia, a veces más intuitivo que madurado, en algunas canciones de la primera plana del hip-hop español, surgida en esta década: el Chojin, Violadores del Verso, Tote King, etc.

4) Además de la escena fanzinera, el mundo editorial más cuidado vio nacer a editoriales como Virus, Txalaparta o Traficantes de Sueños -que además daría, más tarde, todo el espacio Embajadores 35-, que se han convertido en buques insignia de la edición alternativa en todo el estado español.

5) Las pequeñas organizaciones y agrupamientos de la década anterior no desaparecieron por un desagüe; el crecimiento okupa del que hablábamos antes (mención especial, en Barcelona, para la
«batalla del cine Princesa») fue acompañado de una lógica reacción contra la imposición de ETTs y del activismo de gentes como -en el caso de Madrid- la Coordinadora Antifascista o Lucha Autónoma, que daría lugar a Rompamos el Silencio, con todos los «pero»s que se les quieran y puedan poner.
Por más reservas que nos produzca la idea de un «movimiento antifascista» y sus tendencias pandilleras, la existencia de la Coordi y todo lo que se mueve en torno a ella ha sido importante para arrinconar a las bandas ultraderechistas que pululaban por nuestras calles, como recordaba un artículo no hace mucho.

6) El florecimiento de este tipo de bandas un poco por todas partes y el ascenso paralelo de la extrema derecha electoral llevaron, en Marsella y su región, a la aparición de los FTP (Franc-Tireurs Partisans), demostración práctica, con once duros sabotajes a lo largo de la década, de que la memoria antifascista seguía viva y de que dicha lucha no podía dejarse en manos del Estado o de las ONGs que siguen su discurso.

7) En Venezuela y Latinoamérica entera, el ascenso del MVR de Hugo Chávez fue la culminación de un ciclo iniciado probablemente con el «caracazo» y que no sólo puso fin a la guerra sucia contrainsurgente, sino que dio lugar a una nueva dinámica cuyas consecuencias venezolanas ignoramos (hay una gran discusión sobre los efectos reales de las políticas bolivarianas, ignoramos si todo el mundo dice toda la verdad al respecto), pero no así las internacionales, donde la integración latinoamericana parece ser protagonista en el fin de la hegemonía yanqui-sionista.

8) En México, la recomposición de las fuerzas anticapitalistas de las décadas anteriores dio lugar al surgimiento de un anticapitalismo que, sin beber del anarquismo o magonismo, llevó la crítica marxista a planteamientos básicamente libertarios, pensamos principalmente en fuerzas guerrilleras como el EZLN en Chiapas o el ERPI (Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente) en Guerrero, cuya actividad ha ido mucho más allá de lo estrictamente armado, al estimular a quienes defendían posiciones similares, con o sin armas. Esta especie de marxismo antidogmático, que parece decirse inocentemente «seamos mejores que Lenin» más que rechazar su legado y que resulta ser cada vez más crítico con el dirigismo, tan tradicional entre leninistas, parece haber sido una inspiración en toda Latinoamérica y, según resistía y crecía, ha alimentado al debilitado movimiento anticapitalista en todo el mundo... por no decir que, obviamente, ha demostrado que «era mentira que se acabaron las guerrillas» (que diría Víctor Jara) «a seis años del 2000», como remachaban Todos Tus Muertos y Fermín Muguruza, no siempre se da semejante acumulación de prestigio político y fuerza armada a la vez.

9) En términos de visibilidad, fue la década que vio las grandes movilizaciones internacionales de Seattle y Praga (continuadas en Göteborg, Barcelona y Génova), de manera similar -aunque con un empuje mucho menos constante- a lo que ha ocurrido en el estado español desde el 15 de mayo de 2011. Puede que aquellas fueran acciones poco definidas y con cierta fijación mediática, pero eso no quita que sirvieran para luchar, precisamente, contra la sensación de minorización y desmovilización generales, además de curtir, mal que bien, a quienes contamos veintimuchos o treintaipocos años.

10) Más allá de las relaciones entre seres humanos, el movimiento de liberación animal y el ecologista siguieron trabajando y, aun reconociendo que esto ha llevado a cierta recuperación sistémica (en el primer caso, podemos citar la reciente declaración antitaurina del Parlament catalán; en el segundo, el libro Catastrofismo, administración del desastre y sumisión sostenible, de René Riesel y Jaime Semprún, cuyas trayectorias subrayan todo lo que esta entrada viene a decir sobre la historia reciente), la lucha no sólo no se ha acabado sino que su vertiente más combatiente, el Frente de Liberación Animal o ALF en el caso del animalismo, ha perdido fuerza, pero ganado en focos y ha cuajado, en el caso del ecologismo, dando lugar al ELF o Frente de Liberación de la Tierra, todavía bien vivo hoy día. No podemos negar, con todo, la subsistencia (Animal Rights Militia) o aparición (Justice Department, Provisional ALF, Revolutionary Cells-Animal Liberation Brigade) de fenómenos similares, inquietantes por su abierta falta de ética, pero ninguno de los cuales ha alcanzado, ni remotamente, la trascendencia del ALF por motivos obvios.