Hace algo más de dos años hablábamos en esta bitácora del asesinato de Jorge Caballero delante de lo que era entonces el cine Azul, en 1980.
Hablamos también de la tranquilidad de que gozaban los matones de la ultraderecha, en su caso y en otros, en lo que respecta a la policía, los tribunales y demás engranajes de la maquinaria sistémica, y del paradero desconocido del asesino de Jorge, José Llobregat, conocido como Pepe el loco.
Leemos estos días, sin embargo, que el paradero de Pepe no es ya desconocido, sino que se ha confirmado que reside en la República Dominicana desde hace años y tampoco es que tenga mucho que temer: aun suponiendo que exista un convenio de extradición hispano-dominicano, el asesinato de Caballero llevaría dieciséis años prescrito. Nada que ver, pues, con el del jefe Telefónica en Gipuzkoa Enrique Cuesta, cometido en 1982 (por los Comandos Autónomos Anticapitalistas, que denunciaban su colaboración en las escuchas policiales) y por el que Joxe Andoni Zurutuza fue enjuiciado en 2010 en medio de malabarismos legales, o el de Amancio Barreiro, cometido antes incluso de la aprobación de la Constitución (el 2-IX-78, concretamente) y por el que se juzgó como encubridor a Andoni Zelaia (también miembro de los CCAA, que acusaban a Barreiro de colaborar con la policía) en 2006-2007. Teniendo en cuenta la diferencia de perfiles entre asesinos y muertos, pelillos a la mar.
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