El adepto al new age le dijo al escéptico:
–Nada ocurre porque sí. ¿Crees
en el karma?
–No.
–¿Por qué?
–Porque no tengo ningún motivo
para creer en él.
–Tampoco ves el viento y, sin
embargo, mueve las hojas, genera energía, provoca huracanes…
Antes de que siguiera, le
asestó una señora bofetada como las de Mark Strong en RocknRolla,
uno de esos reveses que hasta desequilibran.
–¡Aaaaau!
–Y ¿mi mano, la has visto?
¿Crees en ella? ¿Crees en ella porque la ves o porque te la acabo de plantar en
el careto? Bueno, de todos modos, yo no había dicho «ver», había dicho que no tenía
motivos para creer… ver no lo es todo, por esa regla de tres, los ciegos pensarían que el resto
del mundo no existe, tonto ‘l haba.
Mientras el kármico se acariciaba la
mejilla dolorida y parecía plantearse qué hacer con su no menos dolorido
orgullo, el escéptico empezó a alejarse en la noche mientras seguía escupiendo
vitriolo:
–«Karma», «hiperincursión», … siempre hay algún puto invento supersticioso
para que la gente se sienta culpable. Vale que el destino no existe, pero no
hacía falta echarle encima a cada persona toda la responsabilidad de lo que le
pasa… «Nada ocurre porque sí», seguimos
hablándolo en la planta de oncología del hospital, ¿vale? De todos modos, alguno
de los dos acabará allí en tratamiento… ¡Al final, va a resultar que los menos
racionalistas necesitáis más que nadie que todo tenga sentido: la suerte, la
historia, la vida misma!
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