Quizá el mayor reto en la vida sea saber vivir y, para ello, probablemente haga falta saber morir. Del libro La vie à en mourir. Lettres de fusillés (que también se publicó en traducción al castellano: Vivir a muerte. Las últimas cartas de los fusilados en los campos de concentración) me han impresionado muchas cosas, pero una por encima de todo. Me refiero a la serenidad lúcida con que muchos parecen afrontar su muerte y, en concreto, los casos de Fernand Zalkinow, que lo hizo a los 18 años, y Marcel Rayman, a los 20. El caso de Marcel Rayman es aún más chocante, ya que el joven, confrontado a la muerte, desborda vitalidad.
La traducción de Dánae Barral Hortet publicada por la editorial Barril Barral, dicho sea con el debido respeto y la debida humildad, no me convence, como tampoco otras decisiones editoriales –un subtítulo absurdo, pues muchos de ellos nunca fueron a campos de concentración, erratas de la edición original no corregidas, etc.–, por lo que me permito traducir a mi manera tanto el fragmento de Zalkinow, como la carta de Rayman y las reseñas biográficas, un tanto resumidas.
«Me parece que todo ha sido alegre en mi infancia, junto a vosotros. Habría estado muy bien vivir, amar. Me parece que nunca he sido tan joven como en este momento. Hoy hace sol y estoy muy contento.
(…)
Quizá toda la vida haya sido sólo un sueño. Nunca creí que la muerte fuera para Mí. Los demás podían morir, ¡yo, no! Y creo que aún no lo creo, tal vez es por eso por lo que soy tan valiente.
Los compañeros y yo no hemos sido cobardes. Lo que pasa es que es muy difícil, quienes no han pasado por esto no pueden saberlo. Sí que somos niños, unos y otros; nunca hemos pretendido ser héroes, no hay que pedirnos demasiado.
Hemos pedido como última gracia morir juntos; si nos la conceden, ya será mucho más fácil, somos capaces de morir sonriendo.»
Fernand Zalkinow
(1923-1942), en la carta a su hermana mayor.
Peletero después de haber sido administrativo, militó en las Juventudes Comunistas desde el verano de 1940, en los Batallones de la Juventud
(verano del 41) y fue miembro del comando que mató al aspirante de marina
Alfons Moser en Barbès (París) y del que atacó a un suboficial alemán en el bulevar de Strasbourg, entre otras acciones. Fue detenido el
31-X-41 y fusilado el 9-III-42 con otros seis jóvenes resistentes.
Su padre, Nojm, fue fusilado cinco meses más tarde y el resto de la familia, deportados a Auschwitz y Sobibor y gaseados.
«Mi querido Simon,
Cuento contigo para hacer por mí todo lo que yo no puedo hacer. Te mando un abrazo, te adoro, estoy contento, vive feliz, haz feliz a Mamá como habría querido hacerlo yo si hubiera vivido. Viva la vida hermosa y alegre, que todos tendréis. Avisa a mis amigos y camaradas de que les quiero a todos. No hagas caso si esta carta es alocada, es que no puedo quedarme serio.
Marcel»
Marcel Rayman
(1923-1944), carta a su hermano Simon (1928-¿?).
Llegó de Polonia con sus padres en 1930, trabajó como tejedor y se unió a la MOI, después a la Unión de la Juventud Judía y, en fin, a los
FTP-MOI, hasta convertirse en responsable militar del Equipo Especial en el verano de 1943, una de cuyas acciones fue la ejecución del SS-Standartenführer Julius Ritter (28-IX-43). Figura en el famoso cartel rojo con la inscripción «13 atentados» y fue uno de los 22 fusilados en el monte Valérien el 21-II-44.