martes, 20 de septiembre de 2011

I'm so bored with the middle class

Igual que a los Clash les aburrían los EEUU, otro tanto me pasa a mí con la clase media, de ahí el homenaje/parodia del título. Sé que, ahora que tengo un título universitario, se supone que yo estoy cruzando sus ¿anchas? puertas, pero ni así consigo entrar del todo en la mentalidad de esta clase...
Ya me había pasado en España, pero, hace menos de dos meses, me volvió a ocurrir en Bolivia, hablando con una integrante de esta nueva clase social mía, una abogada que llegaba a fin de mes como guía turístico. La buena licenciada se quejaba a partes iguales de la especulación con los precios de los artículos de primera necesidad (muy comprensible) y de que amigos suyos con carrera, y ella misma, tuvieran que trabajar de taxistas o de guías (menos comprensible, diría Mr. Brown). Como aquell@s paisan@s que casi lloran porque «sólo» cobran 6, 8 o 10 euros por hora. Me recuerdan, una y otr@s, a es@s a l@s que se les ensombrece la cara cuando hablan de lo siniestro que era el Chile de 1970-73 por «las colas que había que hacer para conseguir comida» o ilustran los horrores del bolchevismo (les da lo mismo Cuba que la URSS), reales o supuestos, hablando de las dichosas colas para la comida.
Eso es lo irritante de la clase media, así, generalizando: esa capacidad de hablar sin sacar la cabeza del culo, de convertir los problemas de su clase en los más acuciantes por arte de magia. No trabajar en lo que a un@ le gustaría es, desde luego, algo que cualquiera quiere superar cuanto antes, pero hay que saber que hay gente (especialmente, en un país como Bolivia) malnutrida y desnutrida, gente que no consigue trabajo ni a tiros, gente que se ha puesto a criar hij@s que ni querían tener cuando otr@s (¿más list@s? ¿más afortunad@s?) seguíamos evitando cosas tan costosas e irresponsables, gente que se gana la vida pistola en mano (en la delincuencia o en la policía) porque ell@s también consideran sus problemas más graves que los del resto del mundo o gente, en fin, a la que le trae por donde amargan los pepinos que un entramado informal de empresas y gobiernos se dedique a saquear el mundo entero, con todo el dolor y la muerte que eso conlleva.
La supervivencia de tant@s como sea posible, la superación de los abusos de poder (incluidos los que ocurren en casa) o, sin salir de lo económico, conseguir el mayor acceso posible a los bienes y servicios más necesarios, esos son objetivos de los que merecen mil gritos, gestos crispados y, sobre todo, lucha, mucha lucha. Las reivindicaciones corporativistas y la indignación por no poder ser ni un poquito privilegiad@ -cuando el privilegio, por definición, sólo puede ser para un@s elegid@s- no inspiran ningún respeto y sí cansan, cansan mucho.

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