domingo, 11 de septiembre de 2011

De vuelta a la realidad

El placer no es sólo el placer en sí mismo, es también el bálsamo que calma el dolor por el placer disfrutado y ya perdido.
Siendo como somos por suerte o por desgracia animales con memoria, la pregunta es inevitable cuando nos encontramos entre lo que ya ha muerto y lo que aún no ha nacido: ¿es mejor haber tenido y haber perdido o nunca haber tenido?

Addendum: a quien le interese tanto como a un servidor el tema de los recuerdos y de cómo vivimos y morimos con y contra ellos, le recomiendo fervientemente La hierba roja (L'herbe rouge en el francés original), una curiosa novela de Boris Vian (1920-1959). Simplificando mucho, la mitad de la novela, si no más, está en lo que plantea esta hipótesis: ¿y si un inventor consiguiera desarrollar una máquina que permitiera -en un solo proceso- revivir un recuerdo y, a continuación, hacerlo desaparecer de la memoria? Y, puestos a utilizarla, ¿cuántas veces hacerlo, hasta qué punto estaríamos dispuestos a revivir (pensemos en los malos recuerdos) y destruir (pensemos en los buenos) aquello que nos ha hecho quienes somos?

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