Hace tiempo que no te
digo nada, a pesar de que sigo dando vueltas a tu alrededor, como tú
las das en torno a mí (y sé bien que no sólo en torno a mí, no sé
dónde sacas tiempo para tod@s,
pero lo importante es que lo haces). Es extraño porque, para mí,
siempre has estado ahí y, sin embargo, hace cosa de un año tuve
cierta sensación de crisis en cuanto a todo el tiempo que pasamos
juntos; como recordarás, decía yo que me gustabas, que eras lo más
parecido a una patria que tengo, pero que no sabía para qué (me)
servías, en un sentido práctico... tú no respondiste, porque tú
ni respondes ni te haces la tonta, nunca; tú hablas, cantas,
susurras, tarareas y silbas y es en medio de todo eso donde hay que
buscar. No es que no te importe, es que hay que hacer bien las
preguntas y yo no te estaba preguntando sólo sobre ti, te preguntaba
sobre la vida misma, sin darme cuenta, y eso era demasiado preguntar
para encontrar la respuesta en ti.
Probablemente era
necesario que viviera al menos cuatro estaciones más, que leyera al
menos una vez La broma infinita de cabo a rabo y que
sostuviera un buen puñado de conversaciones con Lionel para que me
diera cuenta de mi error. Como siempre estás ahí para quien te
busca, te gustará, espero, que las primeras noticias que te doy sean
para contarte este descubrimiento.
El descubrimiento es,
simplemente, el de lo limitado de mi (nuestra, la) capacidad de
abordar cualquier cosa, incluidas las cosas ilimitadas. Me he dado
cuenta de que la libertad es necesaria, pero no basta; de que desear
es natural, pero hay que acompasarse con el deseo, no basta subirse a
su lomo y esperar que él me lleve a todas partes a la vez. You
can do anything but you cannot do everything, que dicen por ahí.
He asumido que todo lo que hago es la negación de todas las demás
cosas que podría hacer y no hago y que eso tampoco es ningún drama.
Con o sin pragmatismo, hace tiempo que elegí pasar tiempo con las
personas que me importan, que elegí luchar -en la medida de mis
limitadas y desastrosas fuerzas- contra aquello que es indefendible y
que elegí abrazar cuanto me gusta y procurar dejar algo de espacio
en mi vida para que puedan entrar cosas y personas nuevas.
La libertad pura y
abstracta no existe, la libertad en soledad es la libertad de dejarse
matar por el tiempo; para quien nunca elige, la libertad es un
inabarcable desierto, una gran tumba a cielo abierto entre cuyos
hermosos colores esperar la muerte. Creo que ya he aceptado la
libertad de elegir e, igual que ya había aceptado (como decía en el
párrafo anterior), en muchos otros casos, quién y qué me
importaba, por fin lo he aceptado en el tuyo. Era así de sencillo...
Literatura, te quiero.
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