Hacía tiempo que quería hacer una observación sobre los orígenes de lo que hoy es un presunto sindicato, Comisiones Obreras, y que en su origen fue un movimiento extremadamente prometedor. Quería hacerlo por su valor como enseñanza histórica, en general, pero también por sus paralelismos con el llamado "movimiento 15-M" y, ahora, el hundimiento del periódico Público me urge a hacerlo más temprano que tarde.
Intentaré ser breve (¡ah, si a Mr. Brown le dieran 1€ cada vez que se dice esto, qué fastuosa vida llevaría!): las Comisiones Obreras no eran una organización formal, en su origen hace algo más de medio siglo.
Se dio ese nombre a una serie de -¿lo adivinan?- comisiones que se formaron entre trabajadores de tal o cual fábrica o centro de trabajo para negociar con la dirección con motivo de los conflictos que surgían (porque las subidas salariales no igualaban las de precios o porque las medidas de seguridad eran insuficientes o ...). Al igual que hoy día, no se trataba de conflictos explícitamente políticos, sino de esos que parecen más superficiales y que surgen en el día a día porque -como pasa actualmente- los intereses de los trabajadores son unos y los de la empresa otros y, como las fuerzas de acción y reacción de las leyes de Newton, tiran en la misma dirección, pero en sentidos opuestos. Esto, que siempre se ha llamado "lucha de clases", sigue siendo negado por sofistas postmodernos y sofistas de la vieja escuela... pero dejemos a esos personajes en su no-mundo y volvamos a la Tierra.
La estructura de las comisiones obreras no implicaba una organización formal, así que ni el régimen las podía considerar una entidad ilegalizable, ni el trabajador podía considerarlas una marca que buscara su voto ni una moto que le quisieran vender, ni necesitaba de liberad@s o subvenciones. Ese no-tener-una-identidad-previa significaba que el trabajador que promovía o apoyaba el constituir una comisión en su empresa no debía preocuparse de identificarse (ni de que le identificaran) o no con ningún "-ismo", sólo de querer establecer un compromiso de lucha por el objetivo u objetivos marcados hasta conseguir una solución satisfactoria. Reténgase todo esto, por favor, porque a está cien mil malditas leguas de lo que hoy es CCOO.
Cada victoria conseguida a base de tozudez, esfuerzo y unidad daba más fuerza al movimiento que se configuraba y hacía más lógico que quienes vivieran después otros conflictos en sus empresas tomaran las comisiones obreras como referente. La represión de las direcciones empresariales y de las autoridades (policía, Guerrilleros de Cristo Rey, mass media) servía más bien para galvanizar a las plantillas convencidas de luchar; el respeto y solidaridad de sus familiares y, cada vez más, de trabajadores de otros centros, de vecin@s y curas combativ@s les daba impulso.
A principios de la década de 1970, cuando se alcanzaba un poder adquisitivo medio que no ha vuelto a ser igualado y cuando más parecía quedar atrás la Guerra Civil española, el régimen se encontraba una contestación que alcanzaba las mayores cotas vistas.
Y eso, ¿qué tiene que ver con el 15-M? En sí mismo, poca cosa, como no sea a través de la relación que la historia reciente teje entre ambos fenómenos... pero tiene más que ver con lo peor que le podría pasar al espíritu movilizador de los últimos ocho meses.
Lo que le pasó a las Comisiones Obreras es que CCOO las mató, por así decir. Todo esto está contado en mayor detalle en libros como El MIL, Puig Antich y los GARI o Luchas autónomas en los años setenta, pero, abreviando, lo que ocurrió fue que el PCE decidió que su actitud ante el régimen franquista era la mejor y que sus miembros en las Comisiones Obreras bien podían hacer de correa de transmisión para ello, cosa a la que much@s de ell@s se prestaron (vamos a suponer que con la mejor de las fes), resultando en tensiones internas que llevaron a expulsiones y escisiones -de los disidentes- y a la transformación de las Comisiones Obreras en un sindicato que adaptaba al escenario laboral la estrategia trazada por Carrillo y cía. La estrategia de est@s, por cierto, era la de la "reconciliación nacional", donde las víctimas del franquismo y sus victimarios, en lugar de hacer la revolución, reivindicarían una maniobra reforma que permitiera a franquistas pactistas y antifranquistas pactistas hacer eso, pactar, y establecer nuevas reglas del juego, en una Nueva Jerusalén donde los leones dormirían con las gacelas y bla, bla, bla. Nuevas reglas para su juego, porque a l@s demás nos tocaba seguir aburriéndonos. En general, se suele aceptar que fue entre 1966 y 1968 cuando el PCE consiguió poner a CCOO sus riendas e ir domando el espíritu combativo que los precedentes anteriores habían creado, pero, hasta que no murió Franco, no se pudo empezar a constituir una organización formal y no empezó el PCE a ver claro que realmente se fueran a llevar su trozo del pastel. Y, hasta ese momento, no empezaron a seguirle el juego otras organizaciones menos importantes, como el PSOE o el PNV y su ELA.
Esa colonización fue lo que permitió que CCOO se convirtiera en una empresa de gestión de su propia reputación que, a partir de 1987 (nueva dirección) vendía paz social al gobierno y la patronal sin tener que pasar por el PCE-IU. Se siente por est@s últim@s: chavales, ese silbido que se aleja es el tren de la historia.
¿No se ve qué tiene esto que ver con el llamado "movimiento 15-M"?
No digo que sólo IU esté cortejando a este movimiento, ni siquiera que lo esté haciendo principalmente por sí misma... digo, más bien, lo siguiente: que la constelación de todo aquello que está a la izquierda del P$O€ (nada muy difícil, lo sé) sin llegar a pretender hacer una revolución, esa constelación está cortejando a este difuso movimiento. Hablo de la alicaída -pero superviviente- IU y de Equo, pero también de sectores de Amaiur, de otras formaciones más pequeñas y, sobre todo, hablo del diario Público. Digámoslo clarito, antes de que el periódico de marras se hunda del todo y parezca que hacemos leña del árbol caído. En realidad, lo que me ha urgido a escribir esta entrada es eso: denunciar el rol de Público como aspirante a pastor del "rebaño 15-M" que nos negamos a ser y hacerlo antes de que, al haberse ido a pique el periódico, resulte un abuso, algo demasiado fácil de decir. Bueno, también la tentación de constituir candidaturas electorales al calor de las asambleas (como ha ocurrido y ahora vuelve a ocurrir), con la esperanza -esa maldita, venenosa arpía, la esperanza- de conseguir la cuadratura del círculo.
Para evitar del todo el infame deporte del linchamiento, habrá que reconocer que Público es un periódico mucho menos indigno que otros más veteranos (El País, El Periódico, La Vanguardia, El Mundo... ), no ya porque haya tenido menos tiempo para enfangarse, sino también porque es el que más margen ha dado a las voces más críticas con el sistema en que vivimos inmers@s. Hay que reconocérselo y, por lo tanto, se lo reconocemos. Es meritorio, principalmente, porque se ha dado margen a hablar de alternativas, que es lo que más falta en la mayor parte de los mass media; en lo referente a criticar el capitalismo, qué vamos a decir, nunca está de más, pero la crisis macroeconómica de los últimos tres años ha hecho casi banales críticas que antes eran impensables y que se conforman con cantinelas moralistas sobre "excesos" y "codicia", decir que el capitalismo "es malo" está bien, pero hay que mojarse un poco más y hablar de cómo vivir lo mejor posible y contra quién luchar para conseguirlo. El sensacionalismo, al que en aquel periódico han hecho alguna que otra concesión, no es un crimen, pero, desde luego, sobra el recurso a esas formas cuando el fondo del asunto es interesante.
En cuanto al ciclo de luchas de los últimos ocho meses, por desgracia, Público se ha arrogado un papel de tutor que nadie le ha pedido que haga y por el que, obviamente, nos extrañaría que nadie le recompensara. Consiste este papel, en primer lugar, en darle al movimiento una "mejor" imagen, limando los aspectos que pueden chocar más al ciudadano de a pie por no parecerse a los grandes partidos políticos o a la Sacrosanta Constitución, es decir, intentando castrar su capacidad de pensar más allá de lo habitual e innovar y, además, en buscarle caras y portavoces que nunca se quisieron. El segundo mecanismo consiste en intentar mostrar la -atención al pensamiento inverso- capacidad del "movimiento 15-M" de cambiar el panorama electoral, entrando en listas electorales de IU y generando otras nuevas. Vienen a decir que si gente nueva y medianamente curtida en las movilizaciones y asambleas (aunque sólo sea en las de estos últimos meses) entra en estas candidaturas al juego electoral, va a cambiar el juego y no ell@s. Como queriendo borrar los últimos 35 años de historia -incluido el papel de CCOO, claro- de un plumazo, ¡zas! La próxima muestra de cabreo colectivo sin marcas partidistas, propongo, debería consistir en salir juntos a la calle a señalar la Luna con el dedo. Sólo por ver cómo Público dedica la portada y el editorial a hablar de nuestros dedos, claro.
El tiempo dirá quién buscaba, en este ciclo de luchas, un nuevo Mesías/padre/líder y una nueva iglesia/candidatura y quién quería realmente que reconquistáramos nuestras vidas.
Intentaré ser breve (¡ah, si a Mr. Brown le dieran 1€ cada vez que se dice esto, qué fastuosa vida llevaría!): las Comisiones Obreras no eran una organización formal, en su origen hace algo más de medio siglo.
Se dio ese nombre a una serie de -¿lo adivinan?- comisiones que se formaron entre trabajadores de tal o cual fábrica o centro de trabajo para negociar con la dirección con motivo de los conflictos que surgían (porque las subidas salariales no igualaban las de precios o porque las medidas de seguridad eran insuficientes o ...). Al igual que hoy día, no se trataba de conflictos explícitamente políticos, sino de esos que parecen más superficiales y que surgen en el día a día porque -como pasa actualmente- los intereses de los trabajadores son unos y los de la empresa otros y, como las fuerzas de acción y reacción de las leyes de Newton, tiran en la misma dirección, pero en sentidos opuestos. Esto, que siempre se ha llamado "lucha de clases", sigue siendo negado por sofistas postmodernos y sofistas de la vieja escuela... pero dejemos a esos personajes en su no-mundo y volvamos a la Tierra.
La estructura de las comisiones obreras no implicaba una organización formal, así que ni el régimen las podía considerar una entidad ilegalizable, ni el trabajador podía considerarlas una marca que buscara su voto ni una moto que le quisieran vender, ni necesitaba de liberad@s o subvenciones. Ese no-tener-una-identidad-previa significaba que el trabajador que promovía o apoyaba el constituir una comisión en su empresa no debía preocuparse de identificarse (ni de que le identificaran) o no con ningún "-ismo", sólo de querer establecer un compromiso de lucha por el objetivo u objetivos marcados hasta conseguir una solución satisfactoria. Reténgase todo esto, por favor, porque a está cien mil malditas leguas de lo que hoy es CCOO.
Cada victoria conseguida a base de tozudez, esfuerzo y unidad daba más fuerza al movimiento que se configuraba y hacía más lógico que quienes vivieran después otros conflictos en sus empresas tomaran las comisiones obreras como referente. La represión de las direcciones empresariales y de las autoridades (policía, Guerrilleros de Cristo Rey, mass media) servía más bien para galvanizar a las plantillas convencidas de luchar; el respeto y solidaridad de sus familiares y, cada vez más, de trabajadores de otros centros, de vecin@s y curas combativ@s les daba impulso.
A principios de la década de 1970, cuando se alcanzaba un poder adquisitivo medio que no ha vuelto a ser igualado y cuando más parecía quedar atrás la Guerra Civil española, el régimen se encontraba una contestación que alcanzaba las mayores cotas vistas.
Y eso, ¿qué tiene que ver con el 15-M? En sí mismo, poca cosa, como no sea a través de la relación que la historia reciente teje entre ambos fenómenos... pero tiene más que ver con lo peor que le podría pasar al espíritu movilizador de los últimos ocho meses.
Lo que le pasó a las Comisiones Obreras es que CCOO las mató, por así decir. Todo esto está contado en mayor detalle en libros como El MIL, Puig Antich y los GARI o Luchas autónomas en los años setenta, pero, abreviando, lo que ocurrió fue que el PCE decidió que su actitud ante el régimen franquista era la mejor y que sus miembros en las Comisiones Obreras bien podían hacer de correa de transmisión para ello, cosa a la que much@s de ell@s se prestaron (vamos a suponer que con la mejor de las fes), resultando en tensiones internas que llevaron a expulsiones y escisiones -de los disidentes- y a la transformación de las Comisiones Obreras en un sindicato que adaptaba al escenario laboral la estrategia trazada por Carrillo y cía. La estrategia de est@s, por cierto, era la de la "reconciliación nacional", donde las víctimas del franquismo y sus victimarios, en lugar de hacer la revolución, reivindicarían una maniobra reforma que permitiera a franquistas pactistas y antifranquistas pactistas hacer eso, pactar, y establecer nuevas reglas del juego, en una Nueva Jerusalén donde los leones dormirían con las gacelas y bla, bla, bla. Nuevas reglas para su juego, porque a l@s demás nos tocaba seguir aburriéndonos. En general, se suele aceptar que fue entre 1966 y 1968 cuando el PCE consiguió poner a CCOO sus riendas e ir domando el espíritu combativo que los precedentes anteriores habían creado, pero, hasta que no murió Franco, no se pudo empezar a constituir una organización formal y no empezó el PCE a ver claro que realmente se fueran a llevar su trozo del pastel. Y, hasta ese momento, no empezaron a seguirle el juego otras organizaciones menos importantes, como el PSOE o el PNV y su ELA.
Esa colonización fue lo que permitió que CCOO se convirtiera en una empresa de gestión de su propia reputación que, a partir de 1987 (nueva dirección) vendía paz social al gobierno y la patronal sin tener que pasar por el PCE-IU. Se siente por est@s últim@s: chavales, ese silbido que se aleja es el tren de la historia.
¿No se ve qué tiene esto que ver con el llamado "movimiento 15-M"?
No digo que sólo IU esté cortejando a este movimiento, ni siquiera que lo esté haciendo principalmente por sí misma... digo, más bien, lo siguiente: que la constelación de todo aquello que está a la izquierda del P$O€ (nada muy difícil, lo sé) sin llegar a pretender hacer una revolución, esa constelación está cortejando a este difuso movimiento. Hablo de la alicaída -pero superviviente- IU y de Equo, pero también de sectores de Amaiur, de otras formaciones más pequeñas y, sobre todo, hablo del diario Público. Digámoslo clarito, antes de que el periódico de marras se hunda del todo y parezca que hacemos leña del árbol caído. En realidad, lo que me ha urgido a escribir esta entrada es eso: denunciar el rol de Público como aspirante a pastor del "rebaño 15-M" que nos negamos a ser y hacerlo antes de que, al haberse ido a pique el periódico, resulte un abuso, algo demasiado fácil de decir. Bueno, también la tentación de constituir candidaturas electorales al calor de las asambleas (como ha ocurrido y ahora vuelve a ocurrir), con la esperanza -esa maldita, venenosa arpía, la esperanza- de conseguir la cuadratura del círculo.
Para evitar del todo el infame deporte del linchamiento, habrá que reconocer que Público es un periódico mucho menos indigno que otros más veteranos (El País, El Periódico, La Vanguardia, El Mundo... ), no ya porque haya tenido menos tiempo para enfangarse, sino también porque es el que más margen ha dado a las voces más críticas con el sistema en que vivimos inmers@s. Hay que reconocérselo y, por lo tanto, se lo reconocemos. Es meritorio, principalmente, porque se ha dado margen a hablar de alternativas, que es lo que más falta en la mayor parte de los mass media; en lo referente a criticar el capitalismo, qué vamos a decir, nunca está de más, pero la crisis macroeconómica de los últimos tres años ha hecho casi banales críticas que antes eran impensables y que se conforman con cantinelas moralistas sobre "excesos" y "codicia", decir que el capitalismo "es malo" está bien, pero hay que mojarse un poco más y hablar de cómo vivir lo mejor posible y contra quién luchar para conseguirlo. El sensacionalismo, al que en aquel periódico han hecho alguna que otra concesión, no es un crimen, pero, desde luego, sobra el recurso a esas formas cuando el fondo del asunto es interesante.
En cuanto al ciclo de luchas de los últimos ocho meses, por desgracia, Público se ha arrogado un papel de tutor que nadie le ha pedido que haga y por el que, obviamente, nos extrañaría que nadie le recompensara. Consiste este papel, en primer lugar, en darle al movimiento una "mejor" imagen, limando los aspectos que pueden chocar más al ciudadano de a pie por no parecerse a los grandes partidos políticos o a la Sacrosanta Constitución, es decir, intentando castrar su capacidad de pensar más allá de lo habitual e innovar y, además, en buscarle caras y portavoces que nunca se quisieron. El segundo mecanismo consiste en intentar mostrar la -atención al pensamiento inverso- capacidad del "movimiento 15-M" de cambiar el panorama electoral, entrando en listas electorales de IU y generando otras nuevas. Vienen a decir que si gente nueva y medianamente curtida en las movilizaciones y asambleas (aunque sólo sea en las de estos últimos meses) entra en estas candidaturas al juego electoral, va a cambiar el juego y no ell@s. Como queriendo borrar los últimos 35 años de historia -incluido el papel de CCOO, claro- de un plumazo, ¡zas! La próxima muestra de cabreo colectivo sin marcas partidistas, propongo, debería consistir en salir juntos a la calle a señalar la Luna con el dedo. Sólo por ver cómo Público dedica la portada y el editorial a hablar de nuestros dedos, claro.
El tiempo dirá quién buscaba, en este ciclo de luchas, un nuevo Mesías/padre/líder y una nueva iglesia/candidatura y quién quería realmente que reconquistáramos nuestras vidas.
A lo mejor no tiene mucho que ver lo que voy a decir, pero posiblemente la prostitución mediática que ejerce Público en determinadas ocasiones viene dada por su propio origen.
ResponderEliminarJaume Roures, el dueño de Mediapro, es un empresario que se declara de izquierdas y catalanista, y dice no arrepentirse de su pasado comunista que le llevó a la cárcel en varias ocasiones durante el periodo franquista.
Vamos, que lo único que quiero decir es que es muy fácil ser el mesías -o creerse el mesías- del segmento poblacional con el que se simpatiza cuando se tiene dinero (porque, al fin y al cabo, Poderoso Caballero es quien tiene el poder actualmente). A lo mejor es ése el fallo de Público, que lo va a matar una deuda de 6 millones de euros cuando su dueño tiene cuadros que valen 4 millones. Con un salón tan bien decorado y un poquito de sensibilidad, es fácil considerarse marxista pero mandar a 160 personas a la calle.
Yo pienso que sí tiene que ver.
EliminarProbablemente este señor tenga la mejor de las intenciones, pero ya sabemos que "de buenas intenciones está empedrado el infierno" y el paternalismo es una de las muchas cosas que puede mediar para que eso ocurra. En el trato de quien tiene más poder con quien tiene menos (empresarios con trabajadores, gobernantes con gobernados, enseñantes, ejem, con aprendientes... ) o quien cree que tiene menos (¡cuán a menudo el patriarcado es más paternalista que agresivo!) las buenas intenciones suelen estallarle en la cara a alguien, si no a tod@s.
Por lo que dices, quizá Roures crea más en su status que en el periódico de su holding, o tal vez sólo sea un poco irresponsable, pero, aparte, está ese problema, el de intentar ayudar desde una posición de poder, con sus contradicciones. Los próximos tiempos dirán si hay lugar para 'Público', y quienes trabajan en él, en el Mercado.
Por cierto, encantado de leerte también por aquí, "HaLvA".