Más adelante, sí. Volveré a hacerlo, volveré a publicar aquí cosas mías y todo eso. Ahora mismo lo que siento es un deseo irrefrenable de darle un poco más de voz a Roberto Bolaño y, de nuevo, a su Carnet de baile. Quien quiera leerlo y no que Mr. Brown le lea fragmentos, que corra a la biblioteca o a una librería, pero yo voy a dejar aquí un extracto que lo merece sobradamente, sirva como ejemplo de cómo dar caña a un clásico sin caer en la arrogancia edípica, de corazón:
«47. Lo confieso: no puedo leer el libro de memorias de Neruda sin sentirme mal, fatal. Qué cúmulo de contradicciones. Qué esfuerzos para ocultar y embellecer aquello que tiene el rostro desfigurado. Qué falta de generosidad y qué poco sentido del humor.»
«47. Lo confieso: no puedo leer el libro de memorias de Neruda sin sentirme mal, fatal. Qué cúmulo de contradicciones. Qué esfuerzos para ocultar y embellecer aquello que tiene el rostro desfigurado. Qué falta de generosidad y qué poco sentido del humor.»
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