domingo, 1 de marzo de 2015

Impresiones de Buenos Aires (I)

Por lo visto hasta ahora, esta ciudad me parece una capital europea. El centro histórico me recuerda más a París o Madrid que a Montevideo, las callecitas del barrio de Palermo, que imagino haciendo babear a l@s modern@s del Norte, me recuerdan más a partes de Londres como Camden que a otra cosa. Tampoco hay que tirar tanto de comparaciones; esta es la ciudad con más librerías que he visto en mi vida, creo (ah, ¿eso no es una comparación?). Probemos esto: pese a ser una gran (enorme, gigantesca, etc.) ciudad, conserva bastante verde, en muchos lugares hay palos borrachos y gomeros de raíces hercúleas. Cada dos por tres huele a pizza en algún horno o a una hierba que conozco, pero, pese a mi esfuerzo, no reconozco (¿sabina?). Pese a la enorme cantidad de urbanismo en cuadrícula, consigo despistarme varias veces por mi extraño mapa –no tiene arriba el norte, sino el sur-suroeste– y el Sol, que a mediodía llega tan arriba que es imposible decir qué es el norte y, por extensión, todo lo demás.
Hay edificios tan imponentes como el de la Secretaría de comunicaciones (justo antes de llegar a la Casa Rosada por la av. Eduardo Madero), la Facultad de ingeniería de la UBA o el Palacio Sarmiento, pero me los encuentro más de lo que los busco. En cambio, me alejo de la plaza de Mayo por la avenida de ídem buscando la cafetería Iberia, bastión de los emigrantes y exiliados españoles de cuatro generaciones. Bingo. Se me aparece delante, en la esquina con la calle Libertad (amén), con una reciente placa que recuerda a los cientos de argentin@s que combatieron contra Franco.
Me pierdo entre Recoleta y Retiro y entre calles que podrían pertenecer a cualquier otra capital occidental, llego al cruce de Callao con Quintana, donde Simón Radowitzky ajustició al coronel Falcón (1909), famoso por haber reprimido a tiros el meeting del 1º de mayo en la llamada semana roja (al menos 14 muert@s y 80 herid@s, activistas detenid@s, deportad@s, etc) y antes, haber desahuciado (¿os suena, paisan@s?) a inquilin@s en huelga con cañones de agua casi helada. Falcón tiene una placa que le recuerda como «guardián del orden» (salpicada de pintura roja, que le recuerda aún más) y, a pocas manzanas, una estatua. Radowitzky tiene un pedazo de su alma impregnando el penal subpolar de Ushuaia y el eco de un rugido de todas las movilizaciones por su libertad durante 21 años de presidio: manifestaciones, huelgas, la infiltración de Miguel Arcángel Roscigno en el cuerpo de funcionarios de prisiones para intentar sacarle de allí, su bomba en el domicilio del director del penal, …
Doy vueltas por los (muchos) parques de plaza Francia y alrededores y sigo pensando en las cuatro vidas de Radowitzky, niño y adolescente ucraniano, luchador anarquista y preso en Argentina, brigadista en España, exiliado en México.

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