miércoles, 12 de octubre de 2011

Esa religión llamada "capitalismo"

Vuelvo a leer en No había futuro un brevísimo fragmento de texto de Walter Benjamin, apenas unos apuntes en tres párrafos, bajo el título El capitalismo como religión.
He tenido que releerlo porque el asunto tiene enjundia se mire por donde se mire: porque hace ya tiempo que venía yo pensando lo mismo, pero herr Benjamin se me adelantó noventa añitos (ahí es nada); porque se me adelantó dieciocho lustros a pesar de que el texto es anterior a la crisis macroeconómica de 1929, no digamos a la de 1973 o a la que ocupa los titulares de nuestros días y anterior, también, a una gran parte de las medidas que, en unos y otros países, dieron lugar al llamado "estado del bienestar"; en fin, porque Benjamin no sólo fue un tipo que hizo observaciones inteligentes (y, a menudo, algo crípticas) sobre temas muy importantes, sino también alguien que tenía una relación más cercana y estrecha que la mía con el mundo religioso... y no entro más en ese tema porque es un jardín que me viene grande.
Lo que sí me atrevo a comentar un poco más es el texto en sí y es que, a pesar de tratar una idea que a Mr. Brown, ya está dicho, también le venía rondando la cabeza, menciona algunos aspectos en los que no había pensado -y no sé hasta qué punto empezar a hacerlo-: la existencia, en la religión capitalista, de un lugar (no físico, se entiende) para la culpa, la expiación y el propio Dios; la tendencia a la destrucción del ser, mediante la culpabilización (del hombre y de Dios) y la idea, en este sentido, de que "Dios debe permanecer oculto, y sólo debe ser llamado en el cénit de su culpabilización".

En cambio, otros rasgos me interesan más y van en la línea de lo que ya venía observando:

· el capitalismo "no conoce ninguna dogmática especial, ninguna teología", es compatible con el liberalismo no-alineado e intervencionista de Olof Palme y con las dictaduras militares ultraliberales y barnizadas de catolicismo cruzado que tuvieron Argentina y Chile en el último cuarto del siglo XX (y que, en gran medida, siguen padeciendo), acepta grados muy variables de intervencionismo, como los mencionados o, combinando rasgos de unos y otros, la semiautarquía nazi y el franquismo de la primera hora. El capitalismo se define por (y sólo por) su capacidad de mantener y aumentar los flujos de capital, no por generar una riqueza realmente valiosa (la famosa oposición valor de uso/valor de cambio), ni por respetar o vulnerar más los derechos humanos, ser más o menos autoritario/consensual ni nada por el estilo.

· El culto del capitalismo tiene "duración permanente", aquí no hay carnaval, ni amnistía, ni nada que se le parezca: todos los días son buenos para consumir (principal actividad capitalista) e, incluso, para trabajar. Y, si son buenos para consumir bienes o servicios, más aún lo son para consumir (como producto, como alimento, como inversión en uno mismo) el discurso del sistema. No hay un día de "no-ver-el-telediario" o de "no-aceptar-las-prioridades-inculcadas-como-tales", vengan de la familia, la tele, el cura o el colegio. Y cada vez son menos las facetas de la vida donde no hay empresas que ofrecen sus servicios o mercancías. Para el capitalismo, todo está muerto -o debería estarlo- y de una actividad que se puede realizar sin pasar por caja o pedir un crédito se dice que es un "nicho de mercado sin explotar", oséase, que tenemos donde meter un cadáver, pero no fiambre, fíjese usté qué escándalo, dónde vamos a llegar. Obviamente, en la competición que mantienen el Partido del Estado y el Partido del Mercado (que diría Miguel Amorós) por manejar el timón del navío capitalista, los fans del último dicen memeces como que la intervención estatal tiene peligros autoritarios/totalitarios, frente al bucólico correteo del libre mercado, pero hay que tener claro que lo hacen por esa condición suya de memos. No hace falta ser un genio para darse cuenta de que el capitalismo es en sí mismo un sistema totalitario que coloniza tantos aspectos de la realidad como puede porque no requiere más condiciones que alguien dispuesto a pagar por ello y alguien que quiera cobrar (esto último, unido al uso de la fuerza, puede generar lo primero con cierta facilidad); a partir de ahí, de hecho, la tendencia suele ser a la expansión (insisto en el concepto de "colonización").

· ¿Cómo se sustenta un sistema totalitario de relaciones humanas que, además, se basa en el capital y no en los seres humanos? Benjamin no lo trata en ese fragmento, pero la pregunta está ahí. Bueno, no, no está, y esa es la cuestión: brilla por su ausencia. Incluso en una crisis como la presente, donde se habla públicamente de los excesos del capitalismo y sus carencias y bajezas, no se habla de alternativas. Prohibido en la práctica; no hace falta Inquisición, ya está en las cabezas de las figuras públicas. Los teólogos cristianos medievales pensaban en el ateísmo y lo oponían a su fe y sus dogmas, aunque sólo fuera por elucubrar... la intelectualidad de este siglo XXI postmoderno y resabiado no da ni para eso. El capitalismo se basa en la fe, sólo así se entiende que el dinero, una especie de consustanciación de la riqueza realmente existente (¿el Jesús de la "santísima trinidad" capitalista, el capital-hijo?) pueda estirarse mucho más allá de esta con la única condición de (re)producir capital, sólo así se entiende que redactores, periodistas, políticos y demás voces públicas invoquen un/os anónimo/s mercado/s (¿el Espíritu Santo, entonces?) como fuente de legitimidad para tal o cual decisión sin identificarlo, sin debatir sobre su legitimidad, su interés, etc. El mayor error de un creyente no es cuestionarse si Dios existe, sino si hay algún interés en todo el tinglado (salvación, condenación, alma, Dios, etc.), incluso aunque fuera real; de igual modo, el mayor problema con la feligresía capitalista, desde Adam Smith hasta la última tertulia de Intereconomía o de la SER, no es su ignorancia o conocimiento sobre las variables de la economía capitalista, es su incapacidad para ver que sólo existen por y para ese sistema. Charlan -como mucho, discuten- sobre el traje del emperador, se empeñan en coger el rábano por las hojas y mirar el dedo que señala a la Luna y no la Luna... Lo llaman "libre mercado" y no mienten del todo al decir eso, pero sí ocultan que es una libertad entregada al caos y a la improvisación en un marasmo en que cada cual debe buscarse la vida. La posibilidad de unir libertad y organización, de racionalizar la economía, ni se les pasa por la cabeza; como dice Tipo Gris, va a tener que ser la realidad la que se imponga como único recurso. La fe es así, es una alienación que se enfrenta a la realidad en la representación que el fiel se hace del mundo y se le opone, obligándole a renunciar a una de las dos.

No entraremos ahora a analizar toda la historia que nos ha llevado al capitalismo, pero, desde luego, es la otra pata de esta mesa. La lluvia y la nieve pueden caer del cielo, pero un sistema económico-político, no. Ha habido todo un proceso histórico que no sólo nos ha llevado a este punto, sino que lo ha hecho, en parte, con un abanico de discursos y toda una serie de ideas, mitos, argumentos y valores que, invocando lo que hubiera que invocar (derechos, progreso, razón, libertad... ), debían constituir la superestructura del sistema en el que querían hacer negocios. Buen trabajo, muchachos. A día de hoy, la mayor parte de la humanidad es presa de un síndrome de Estocolmo colectivo, en el sentido de que aceptamos como natural una situación de secuestro (en este caso, de una clase por otra y, sobre todo, de la humanidad por el capital/ismo) y lo único a que aspiramos a salir tan bien parados como sea posible.
Las patas de la mesa, grosso modo, son esas y la crítica y la puesta en práctica de dicha crítica deben ser las hachas con que las cortemos bien cortaditas. Tabula rasa. Nos va la vida en ello.

2 comentarios:

  1. "nos va la vida en ello". hace poco me preguntaron en un foro por qué hay que destruir este sistema. ya no es por idealismo, ni por afán revolucionario, ni por sentido moral: hay que destruirlo en defensa propia. es cuestión de supervivencia.
    lo flipante de benjamin es que haya sabido describir en términos tan radicales y anticipatorios la "crisis de deuda"

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  2. Sí, pienso que estamos acostumbrados a pensar en la necesidad de desarrollar una revolución progresiva, en ser buenos "corredores de fondo" y, sin perjuicio de lo lógico que pueda ser eso, nos olvidamos de que ya tenemos la soga al cuello: estamos siendo envenenados por lo que comemos y lo que respiramos, estamos dejándonos los nervios en trabajos que no suelen significar nada para nosotr@s y en conciliarlos con el resto de cosas que queremos hacer, estamos correteando de aquí para allá en vehículos en los que nos matamos/mutilamos demasiado a menudo y todo para llegar a tiempo en una vida que no nos gusta... realmente nos va la vida en acabar con este tinglado. Además, ¿no es evidente que no tienen un recambio, ningún "New Deal", que no saben qué inventar?
    Desde luego, es sorprendente que Benjamin se adelantara en tanto tiempo a tantas cosas e interesante el enfoque, que no es un típico enfoque economicista, sino algo más integral, más (aún a riesgo de resultar pedante) holístico.

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