Este
blog tiene la extraña cualidad de recibir visitas a diario y, a
menudo, desde varios países, pero el retorno (por evitar el
anglicismo «feedback») que recibimos hace pensar que
sólo hay dos tres lectores, habituales. Eso no nos hace pensar tanto
en cerrarlo o siquiera en congelar la publicación de entradas como,
sobre todo, en publicar algo que nos rondaba desde que empezó su
andadura y que puede ser interesante de consultar -modestia aparte-
en cualquier momento de los próximos meses o años. Vamos, pues, al
tema:
Diez
motivos por los que la década de 1990 no fue el desierto apático
que a menudo nos creemos
1)
Obviamente, porque quien se rindió lo hizo bajo su propia responsabilidad y no
por la famosa Mano Invisible de Adam Smith ni ninguna otra similar.
Respecto del supuesto batacazo del movimiento anticapitalista con el
desmoronamiento de los regímenes del Este (bloque de la URSS,
Yugoslavia, Rumanía, Albania) y similares (Etiopía, Laos, Vietnam),
nos parece que queda muy matizado por la existencia de un marxismo
que nunca fue leninista; algún día dedicaremos la debida entrada a
este último tema. Sin negar que la hegemonía israelo-estadounidense
haya tenido -y, en menor medida, aún siga teniendo- graves
consecuencias, ni el contrapeso soviético era tanto, ni ello supuso
en Cuba un desembarco capitalista comparable al de los otros
regímenes o un atrincheramiento como el del régimen juche en Corea
del Norte.
2)
En el caso del estado español, los movimientos que se habían negado
a tomar parte en la Transición/Transacción, a saber, el anarcosindicalista,
el autónomo y el MLNV, siguieron diezmados por sus respectivos
problemas, tanto internos como externos, pero no cejaron en la
contestación del orden postfranquista. Más
aún, los tres participaron, sin buscar protagonismo -que sepamos-,
en un movimiento más amplio, como fue el de objeción de conciencia
a la «mili» (el servicio militar obligatorio) llamado «de
insumisión» a esta, perseguido tanto antes como después de 1987,
cuando el gobierno de Felipe González dio por única alternativa a
la mili una PSS («prestación social sustitutoria»),
oséase, trabajar gratis en un estado que empezaba a conocer tasas de
paro inauditas. Algún día también dedicaremos una entrada propia a
este movimiento que consiguió la última gran victoria contra el
régimen, la abolición de la mili en 2001, precedida de la
excarcelación de todos los insumisos presos entre 1996 y 2001.
3)
En el ámbito (contra)cultural, estamos hablando de una continuación
de la escena punk y del mundo del fanzine -que le pregunten, si no, a «tipogris», autor de No
había futuro
e Industrias
Mikuerpo,
a quien tenemos el placer de leer y, a la vez, recibir en esta
humilde bitácora-, pero también de un crecimiento exponencial de
los centros sociales okupados y un constante flujo de grupos de
música disidente. Madrid, que se quedó a la zaga en lo relativo a
okupaciones, vio al menos nacer a cuatro grupos emblemáticos del
mestizaje combativo rap-metal/rockero como Habeas Corpus, La Vaca
Güano, Hechos Contra el Decoro y La Pan (estos últimos, quizá
menos talentosos o magnéticos a la hora de escribir o componer, han
pagado bien caro el decir, con menos labia que la primera división
del hip-hop español, cosas que en realidad nos parecen mucho más
importantes y originales que la mayoría de ellos).
Euskal
Herriak
no sólo vio sobrevivir a otros grupos de esta escena
(Barricada, Doctor Deseo) sino que, de los restos de los anteriores
-pensamos, sobre todo, en Kortatu- surgieron Negu Gorriak y todo el
proyecto discográfico alternativo de Esan Ozenki, luego Metak, y Gora
Herriak! y todos los grupos que les acompañaron (Joxe Ripiau, Su
ta Gar, ... ); así como el nacimiento de otros que no lo hicieron (Berri
Txarrak).
Pese
a su escaso contenido combativo, tampoco se puede negar que existe
algún contenido de denuncia, a veces más intuitivo que
madurado, en algunas canciones de la primera plana del hip-hop
español, surgida en esta década: el Chojin, Violadores del Verso,
Tote King, etc.
4)
Además de la escena fanzinera, el mundo editorial más cuidado vio
nacer a editoriales como Virus, Txalaparta o Traficantes de Sueños
-que además daría, más tarde, todo el espacio Embajadores 35-, que
se han convertido en buques insignia de la edición alternativa en
todo el estado español.
5)
Las pequeñas organizaciones y agrupamientos de la década anterior
no desaparecieron por un desagüe; el crecimiento okupa del que
hablábamos antes (mención especial, en Barcelona, para la «batalla
del cine Princesa») fue acompañado de una lógica reacción
contra la imposición de ETTs y del activismo de gentes como -en el
caso de Madrid- la Coordinadora Antifascista o Lucha Autónoma, que
daría lugar a Rompamos el Silencio, con todos los «pero»s
que se les quieran y puedan poner.
Por
más reservas que nos produzca la idea de un «movimiento
antifascista» y sus tendencias pandilleras, la existencia de la
Coordi y todo lo que se mueve en torno a ella ha sido importante para
arrinconar a las bandas ultraderechistas que pululaban por nuestras
calles, como recordaba un artículo
no hace mucho.
6)
El florecimiento de este tipo de bandas un poco por todas partes y el
ascenso paralelo de la extrema derecha electoral llevaron, en Marsella y
su región, a la aparición de los FTP (Franc-Tireurs Partisans),
demostración práctica, con once duros sabotajes a lo largo de la década,
de que la memoria antifascista seguía viva y de que dicha lucha no
podía dejarse en manos del Estado o de las ONGs que siguen su discurso.
7)
En Venezuela y Latinoamérica entera, el ascenso del MVR de Hugo
Chávez fue la culminación de un ciclo iniciado probablemente con el «caracazo» y que no sólo puso fin a la guerra sucia
contrainsurgente, sino que dio lugar a una nueva dinámica cuyas
consecuencias venezolanas ignoramos (hay una gran discusión sobre
los efectos reales de las políticas bolivarianas, ignoramos si todo
el mundo dice toda la verdad al respecto), pero no así las
internacionales, donde la integración latinoamericana parece ser
protagonista en el fin de la hegemonía yanqui-sionista.
8)
En México, la recomposición de las fuerzas anticapitalistas de las
décadas anteriores dio lugar al surgimiento de un anticapitalismo
que, sin beber del anarquismo o magonismo, llevó la crítica marxista
a planteamientos básicamente libertarios, pensamos principalmente en
fuerzas guerrilleras como el EZLN
en Chiapas o el ERPI (Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente)
en Guerrero, cuya actividad ha ido mucho más allá de lo
estrictamente armado, al estimular a quienes defendían posiciones
similares, con o sin armas. Esta especie de marxismo antidogmático,
que parece decirse inocentemente «seamos mejores que Lenin» más que rechazar su legado y que resulta ser cada vez más crítico
con el dirigismo, tan tradicional entre leninistas, parece haber sido
una inspiración en toda Latinoamérica y, según resistía y crecía,
ha alimentado al debilitado movimiento anticapitalista en todo el
mundo... por no decir que, obviamente, ha demostrado que «era mentira que se acabaron las guerrillas» (que diría Víctor Jara) «a seis años del 2000», como remachaban Todos Tus Muertos y Fermín Muguruza, no siempre se da semejante acumulación de prestigio político y fuerza armada a la vez.
9) En términos de visibilidad, fue la década que vio las grandes
movilizaciones internacionales de Seattle y Praga (continuadas en
Göteborg, Barcelona y Génova), de manera similar -aunque con un
empuje mucho menos constante- a lo que ha ocurrido en el estado español desde el 15 de
mayo de 2011. Puede que aquellas fueran acciones poco definidas y con cierta
fijación mediática, pero eso no quita que sirvieran para luchar,
precisamente, contra la sensación de minorización y desmovilización
generales, además de curtir, mal que bien, a quienes contamos
veintimuchos
o treintaipocos
años.
10) Más allá de las relaciones entre seres humanos,
el movimiento de liberación animal y el ecologista siguieron trabajando
y, aun reconociendo que esto ha llevado a cierta recuperación sistémica
(en el primer caso, podemos citar la reciente declaración antitaurina
del Parlament catalán; en el segundo, el libro Catastrofismo, administración del desastre y sumisión sostenible, de
René Riesel y Jaime Semprún, cuyas trayectorias subrayan todo lo que
esta entrada viene a decir sobre la historia reciente), la lucha no sólo
no se ha acabado sino que su vertiente más combatiente, el Frente de Liberación Animal o ALF en el caso del animalismo, ha perdido fuerza, pero ganado en focos y ha cuajado, en el caso del ecologismo, dando lugar al ELF
o Frente de Liberación de la Tierra, todavía bien vivo hoy día. No
podemos negar, con todo, la subsistencia (Animal Rights Militia) o
aparición (Justice Department, Provisional ALF, Revolutionary
Cells-Animal Liberation Brigade) de fenómenos similares, inquietantes
por su abierta falta de ética, pero ninguno de los cuales ha
alcanzado, ni remotamente, la trascendencia del ALF por motivos obvios.